EMPODERAMIENTO Y TACITAS DE TÉ
No es casualidad que el título de este film comience primero con el nombre de Gretel, esto se debe a que su director Oz Perkins -hijo del mítico actor Anthony Perkins de Psicosis– quiso poner foco en el protagonismo femenino del personaje de la talentosísima Sophia Lillis -la colo de la primera It de Muschietti- por sobre el pequeño Hansel, expuesto como un niño inocente y débil.
Entonces, en contrapartida a Hansel hay cierto empoderamiento de la figura de la mujer tanto en la evolución de Gretel -de niña a mujer adolescente y otras herencias- como su antagonista, la siniestra bruja, en quien se ahonda su leyenda nunca antes relatada con tanta profundidad con respecto a otras versiones de la misma historia. Perkins quiso proponer aquí una vuelta de tuerca original y arriesgada al clásico cuento de los hermanos Grimm, que ha sido reversionado hasta al cansancio por animaciones o ficciones humanas con finales felices tan distantes de las creaciones originales. Las cuales terminaban de formas tétricas y cuyas moralejas servían para aleccionar a los niños de su tiempo.
Tal vez por ello esta versión sea superior a la sobrevalorada y aburrida adaptación, también de terror, que en el 2007 realizó el coreano Yim Pil-Sung (Doomsday book). Y hasta lo mejor en la filmografía del propio Perkins, que tenía en su haber el thriller February (2015) y la pretenciosa Soy la bonita criatura que vive en esta casa (2016) para la plataforma Netflix. Ambos proyectos, con un impacto visual interesante pero de una densidad narrativa que no cuenta con emoción alguna.
Aquí la historia transcurre en el Siglo XIV, en las afueras de Baviera, donde la situación de los hermanos Gretel y Hansel es paupérrima y miserable, y hasta la creciente locura materna los obliga a buscar un nuevo hogar donde saciar su hambre y sueño. Al adentrarse en medio del bosque encuentran una cálida cabaña -derribando el mito de la casita de chocolate-, donde son recibidos en principio por una siniestra y amable viejita interpretada excelentemente por Alice Krige (Star Trek: First Contact).
Perkins gana en contar una historia de aspecto sombrío, misterioso y mucho más realista al contexto histórico pero sin dejar de lado el contraste de esa atmósfera fantasiosa que recuerda a films como En compañía de lobos de Neil Jordan, donde se mezclaban relatos clásicos de fantasía con un terror a lo desconocido, un miedo a lo pagano, o Leyenda de Ridley Scott, que envolvía todo un halo de magia y de encanto al amor de una princesa y un plebeyo contra las fuerzas oscuras que habitaban más allá del bosque.
Gretel y Hansel resulta un terror elegante y de una fuerza visual poderosa que responde al nuevo cine de terror estilizado de la talla de Ari Aster y Robert Eggers. Por tanto elegancia visual que se transmite en lo que respecta a la iluminación, por ejemplo, donde se vuelve un personaje más en lo narrativo. Podemos recordar la calidez de la luz que se cuela dentro del hogar de la bruja como un espacio confortable y de protección. Mientras que en el exterior lo son los rayos de luz que atraviesan el espeso bosque solitario para contrarrestar el miedo a lo desconocido. Pero son luces diabólicas y fluorescentes las que se proyectan a la noche y responden al enojo de Gretel contra Hansel. Luces acompañadas de una banda sonora con sintetizadores a la cabeza -la moda de romper esquemas en películas como Detrás del arco iris negro o Mandy– que entremezclan el sonido ochentoso que utilizaban los films de ciencia ficción. Aquí son incorporados de una forma natural a una película que sigue otro estilo o género.
En contra tal vez, lo más pobre del film sea su resolución poco cuidada con el nivel de toda su narrativa. Una conclusión desarrollada con demasiado aletargamiento -algo típico en las cintas de Perkins-, casi como una partida de ajedrez donde las protagonistas se debaten tomando té y discutiendo los niveles de su empoderamiento y destinos. Un poco de juego alegórico también a lo Jodorowsky, solo para mostrar el poder del impacto visual pero sin un contenido interesante que explique la razón de ser de todo aquello. Un final que siembra más dudas y aperturas, con cierto misticismo de nuevas esperanzas, que una conclusión acabada al estilo tradicional. Y esto, recordamos, que no es un capricho de Perkins, quien eligió como innovación en este clásico a la figura de Gretel por sobre Hansel.