Melodías de un amor prohibido
Poeta de las cosas simples, José María Contursi fue, sin duda, uno de esos hombres que hicieron inmortal el tango. Su vida estuvo signada por el dolor y, también, por restos de felicidad cuando, a pesar de estar casado, se enamoró perdidamente de Gricel, una muchacha de 16 años que vivía en la localidad cordobesa de Capilla del Monte y pasaba sus días entre concursos de belleza y clases de piano. Ella fue la inspiradora de su tango "Gricel", y aunque el romance entre ambos se cortó de improviso Contursi se obsesionó con el recuerdo de su amada y, de allí en más, cada uno de sus temas habla de desengaño y desdicha. En torno de esta historia, Manuel, un cantante lírico, se dispone a componer una ópera que hable de ella.
Así, y con la necesidad de ahondar más en ese amor, recorre salones de tango en los que las piezas de Contursi le brindan la necesaria inspiración. Sus pasos lo llevan también hasta Capilla del Monte, donde antiguos pobladores recuerdan a Gricel y lo obligan a conversar con personajes más autorizados en materia tanguera. El film comienza a perfilarse como un documental que se mezcla con la ficción a través de ese cantante (inexpresivo trabajo de Pablo Basualdo).
Un par de tangos de Contursi van otorgando al film un aire melancólico que el director Jorge Leandro Colás ( Parador Retiro ) supo capitalizar. Una cámara siempre dispuesta a recoger con calidad los lugares en los que ese amor se cristalizó con enorme fuerza (desde las serranías cordobesas hasta los más típicos lugares porteños) convierte a esta producción en el recuerdo de un poeta que, desde su inspirada pluma, cantó a lo más profundo de la pasión, de esa pasión en la que Gricel fue su figura romántica y su necesidad de convertir el amor en tiempo de tango.