No hay demasiada cohesión ni lógica en esta tumultuosa comedia negra inflada de cinismo y muy entregada a los juegos del azar que explota con el lanzamiento al mercado farmacéutico de un medicamento basado en las virtudes terapéuticas de la marihuana. Un cándido empleado de la corporación dueña de la fórmula queda encerrado en una trama alocada tejida a varias manos por mercenarios sin culpa, grotescos buscavidas, un narco obsesionado con los Beatles y estafadores de toda calaña.
Las referencias del australiano Nash Edgerton, quien declaró pomposamente que la película es "una crítica al capitalismo", son obvias: la literatura de Elmore Leonard, el universo de Quentin Tarantino (que con Jackie Brown llevó al cine una popular novela de ese escritor, Rum Punch) e incluso los homenajes de aquellos que siguieron sus pasos a imagen y semejanza, como Guy Ritchie.
Hermano de Joel, uno de los protagonistas del film, Nash Edgerton se hizo conocido por dirigir algunos buenos videoclips de Bob Dylan, pero en el terreno del cine parece bastante menos consolidado: al margen de las escenas que Charlize Theron, en la piel de una ejecutiva tan seductora como arrogante y manipuladora, resuelve con mucho oficio, la película acumula demasiados gags de dudoso gusto, en el que los mexicanos casi nunca quedan bien parados.