Los forajidos espaciales contraatacan
El impacto que Guardianes de la Galaxia obtuvo luego de su estreno en 2014 es indiscutible. Lo que no era más que una historia de un grupo de losers galácticos que estaba entre los comics menos conocidos de la Casa de las Ideas, se terminó convirtiendo en uno de los blockbusteres más taquilleros de los últimos años.
Si con Los Vengadores (2012), Marvel Studios había conseguido ilustrar con carisma y espectacularidad sus héroes más poderosos; con Guardianes la compañía se arriesgó, pisó el acelerador y fue directo por una carretera de entretenimiento, acción y humor irreverente. Todo eso acompañado por unos personajes que eran un cero a la izquierda y comandado por un director que venía de hacer películas clase Z. Finalmente, la cinta sorprendió, causó el furor de los fans y se llevó todos los aplausos de la crítica. Como era de esperar, tamaño éxito sólo podía conducir a una secuela con mucho más despliegue que la anterior. Sin embargo, ¿lograría volver a asombrar a los espectadores? Y, aun así, ¿podría superar todos los desaciertos de la primera?
Guardianes de la Galaxia Vol. 2 se sitúa dos meses después de los hechos ocurridos en su antecesora. El equipo integrado por Star Lord, Gamora, Drax, Rocket Raccoon y Groot (ahora en su versión infantil), se lanza en una misión de rescate contratados por la raza de Los Soberanos. Una vez finalizado el trabajo, el team mercenario recibe su recompensa. Sin embargo, antes de emprender un nuevo viaje, Rocket roba unas baterías y eso trae como consecuencia el enfurecimiento de la líder Soberana, que ordena a todo su ejército eliminarlos. En medio de una fantástica batalla espacial, a los Guardianes no les queda otra salida que buscar refugio en el planeta más cercano. Luego de estrellar la nave, el equipo recibe una ayuda inesperada: se trata de Ego, un ser de una antigua raza conocida como Los Celestiales, que afirma ser el padre de Peter.
Desde el comienzo del film, observamos una verdadera conexión entre los Guardianes de la Galaxia. En la película de 2014, el vínculo “familiar” que surge tan rápidamente entre los miembros del grupo resulta inverosímil y hasta algo forzado. Poco se explica del pasado de cada uno. Si tomamos nuevamente como referencia a los Vengadores, notamos que la relación entre ellos es casi natural. Aquello se había logrado gracias a las películas previas que Marvel había lanzado sobre sus protagonistas (exceptuando, por supuesto, a Black Widow que solo había aparecido en Iron Man 2). Lo cierto es que, en esta nueva cinta, podemos apreciar al equipo establecido de manera orgánica y, sobre todo, un desarrollo mucho más profundo de cada personaje.
Si hay algo en lo que el director James Gunn no escatima en esta secuela es en los efectos visuales. El 3D está absolutamente bien aprovechado y las imágenes superan en calidad a su predecesora. La maravillosa representación del planeta de Ego y los combates espaciales, con alguna referencia a Star Wars, dan cuenta de la excelencia del equipo de FX que estuvo detrás de esta mega producción.
Otra de las características positivas tiene que ver con en el notable trabajo de los personajes secundarios. Yondu (representado nuevamente por Michael Rooker), Ego (Kurt Russell) y su ayudante Mantis (Pom Klementieff) llenan de emoción cada escena en la que aparecen. De hecho, Drax (Dave Bautista), que a pesar de su protagonismo no había logrado lucirse tanto en la primera parte, aquí es el hacedor de los mejores momentos. Mención especial también para Baby Groot, quien ya nos había encantado en el tráiler y que al verlo en acción consigue su cometido, desplegando toda su ternura e ingenuidad como también su lado más luchador.
Un personaje totalmente desperdiciado es el que interpreta Sylvester Stallone, el cual aparece solamente en dos escenas y para nada interesantes.
La película abarca un sin fin de subtramas y conflictos que, capa por capa, nos van transportando por diferentes escenarios y planetas. Todo ello lleva a que por momentos la atención se disperse un poco y el ritmo no encaje del todo con la dinámica del universo Marvel. Hacía el final repunta bastante con unas secuencias de acción deslumbrantes.
Por último, las cinco escenas post créditos definitivamente son una pérdida de tiempo. No aportan nada relevante y sólo producirán alguna pequeña mueca en el público.
En conclusión, James Gunn se aferra a lo seguro y aplica la misma fórmula que lo llevó al éxito. A pesar de la carencia del factor sorpresa, logra proyectar una aventura espacial sólida y de calidad. Mejora en la construcción de los personajes, la inclusión de un villano mucho más vigoroso que el anterior y los increíbles efectos especiales. La falla más importante, en esta ocasión, se encuentra en la cantidad de historias adyacentes e innecesarias que presenta. Aun así, es una experiencia disfrutable que resulta menester ser vista en el cine con el fin de apreciar su altísimo nivel visual.