Un pulpo espacial gigantesco con colmillos que gotean alguna substancia asquerosa amenaza a los Guardianes de la galaxia en plena misión por preservar unas baterías que nadie sabe para qué son ni para qué sirven. Mientras tanto un adorable y pequeño Groot ajeno completamente a la lucha enciende un equipo de música que da pie a la primera impresionante secuencia del film de la mano de la Electric Light Orchestra y su Mr. Blue Sky que a tantas películas logra acompañar tan a tono. La fórmula es básica. Funcionó la primera vez y no hay motivos para que no vuelva a funcionar de nuevo.
La sinopsis de la película bien podría reducirse a “villano galáctico genérico amenaza a los guardianes de la galaxia que a fuerza de gags, chistes y escenas de acción con muchos VFX salvan al universo sin que la mayoría de entes que lo componen siquiera perciban que estuvieron al borde de la extinción”. ¿Qué hay de nuevo? Algunos actores que el espectador siempre está atento a vitorear como Sylvester Stallone y el querible Kurt Russel que desde el trailer se anuncia como padre de Quill, uno de los héroes en cuestión. El resto es efectivamente un poco más de lo que vimos en la primera entrega, pero a quien le importa realmente, si una vez que terminó la primera parte muchos se quedaron con ganas de más.
Conscientes del producto que exitosamente habían conseguido introducir en el mercado (¿cuándo no?), los productores de Marvel/Disney reaccionaron rápidamente con el encargo de otro guion que primara la gracia de sus personajes por sobre una historia de proporciones más épicas que la primera. Y el resultado es exactamente ese. Quizás en esta oportunidad la amenaza no sea tan grande como en la anterior, pero sin dudas la sobreabundancia de situaciones jocosas compensa como para mantener entretenido al espectador durante un buen rato. Ah, y a no levantarse del asiento hasta que los echen de la sala porque una vez más Guardianes de la Galaxia viene acompañada de por lo menos 4 escenas post-créditos.