La segunda vuelta
En la actualidad, parece que no hay nada más condenable que una historia de superhéroes que se toma demasiado en serio a sí misma. Sólo hay que ver cómo DC continúa buscando su propio camino cinematográfico para darse cuenta que la impronta oscura y solemne de Zack Snyder va perdiendo de a poco su carisma. Asimismo, probablemente sea esa una de las razones por las que Guardianes de la Galaxia se haya convertido en un éxito instantáneo – uno de los tantos que acarrea Marvel – cuando desembarcó en los cines hace ya tres años.
Escenas de acción coreográficas combinadas con un torbellino de CGI, diálogos autorreferenciales y una banda sonora excepcional acorde con la nueva ola de nostalgia ochentosa, aseguraban que la nueva IP del gigante comiquero llegara para quedarse. Sin embargo, siempre es difícil repetir el componente sorpresa cuando se trata de una secuela, y eso es de lo que sufre justamente este Vol 2. Un bis, un rencuentro tan esperado con estos personajes tan carismáticos, como también exigente a la hora de subir aún más la vara de calidad.
Las nuevas aventuras del equipo liderado por Peter Quill (el paródico Star Lord de Chris Pratt) y secundado por la guerrera Gamora (Zoe Saldana), el ingenuo Drax (Dave Bautista), el revoltoso Rocket (Bradley Cooper) y – el ahora devenido en víctima del marketing – baby Groot (Vin Diesel), empieza de la misma forma caótica que sus disímiles personalidades: Con una batalla épica frente a una bestia de proporciones colosales. Sin mucho contexto y con Mr. Blue Sky de Electric Light Orchestra a todo trapo, esta introducción presenta una plena declaración de intenciones del director James Gunn para garantizar que el estilo dinámico y desenfadado de la primera parte se mantendría intacto. Y, a decir verdad, la mayor parte del tiempo lo logra.
El primer cambio rotundo que se nota en esta segunda entrega de Guardianes de la Galaxia es el papel preponderante que toma el rol de la familia, los lazos fraternales, y es lo que se plantea como principal hilo argumental. Si el primer film pretendía ahondar en la formación del grupo y en la manera en que se desarrollaría la confianza mutua de los protagonistas, en esta ocasión el eje estará puesto en probar la fortaleza de esta amistad y sus vínculos.
Algo que se obtiene sencillamente gracias al encanto conjunto de los personajes, esa cualidad de poder disfrutar cada una de sus interacciones como si se tratara de una eterna discusión entre amigos. Pero que queda en segundo plano a medida que el guión decide separarlos con la intención de bifurcar la historia, y así profundizar algunos demonios internos del pasado de cada uno de ellos. Una idea más que bienvenida, pero que en gran parte del argumento (digamos 2/3 de la película) queda a mitad de camino, dando lugar a varios conflictos individuales, que, sumado a la incorporación de varios nombres secundarios de peso, termina diluyendo la excelente química en pantalla con la cual el elenco se ganó nuestra simpatía en primer lugar.
No obstante, a pesar de que el ensamble no sea continuo a lo largo del film, es el cariño hacia estos héroes inoportunos lo que posibilita que estos pasajes en solitario funcionen para profundizar sus miedos y motivaciones. Una evolución en sus caracteres que, por un lado resulta atractivo al proponerse complejizar la naturaleza rebelde del conjunto, pero que significa resignar parte de la genial complicidad de sus personajes en el intento.
Dicho esto, es precisamente durante los minutos finales que esos momentos reflexivos, aparentemente discontinuos en la acción y dinámica grupal, convergen para crear una de las conclusiones más emotivas que una película de Marvel pudo haber dado hasta ahora. Un cierre a la altura de sus protagonistas, capaz de reafirmar la unión del equipo y de llevarlos al límite de afrontar las consecuencias de sus hazañas. Nada que no se haya visto antes, aunque pocas veces desarrollado en el género de superhéroes.
Como condimento aparece la riqueza artística con la que el Vol. 2 despliega su universo visual, lleno de vida y color, incluyendo influencias psicodélicas de los 70’ y 80’ para recrear planetas inhóspitos y seres con apariencia lisérgica que enriquecen la variedad del ecosistema en el que viven los protagonistas. Y todo esto acompañado de una banda de sonido soberbia e interminables referencias a la cultura pop como marca registrada, que apelan tanto a la complicidad del fanático como a la del público ocasional.
Guardianes de la Galaxia Vol. 2 es una más que digna continuación a la expectativa que supo crear el primer film con un estilo osado más que propio. Aunque no por eso, sin dejar de lado algunos problemas de ritmo y desarrollo narrativo que la ponen por debajo de su predecesora. Un capítulo más en la mitología que tampoco pretende ser asociado a cualquier otra película del universo expandido (a fin de cuentas, todo se relaciona en el mundo Marvel), pero que funciona por si solo a través de su elenco y su facilidad para moverse entre la acción más desenfrenada, la comedia, e incluso la emotividad con solvencia. Acaso su peor defecto puede que sea su condición de segunda parte, quedando siempre peor parada en la eterna comparación. De eso no hay dudas, las sorpresas solo se dan una vez.