James Gunn alguna vez fue “cancelado”, despedido y luego reincorporado a la saga de Guardianes de la Galaxia (en el medio se pasó a DC Comics para rodar El Escuadrón Suicida) y, analizando ya en su conjunto esta trilogía iniciada con el Volumen 1 de 2014 y el Volumen 2 de 2017, no es aventurado ni exagerado afirmar que se trata de una de las apuestas más logradas y hasta si se quiere con mayor búsqueda “autoral” dentro del MCU, ya que desde los guiones escritos por el mismo Gunn y su clara predilección por la comedia encontró un auténtico sello propio. En ese sentido, esta despedida a lo grande -con algo de El Arca de Noé- le agrega un dejo existencialista y melancólico a su ya habitual impronta desprejuiciada, irreverente y felizmente lúdica.
Y este regreso que es al mismo tiempo “el último baile” (literal) de Guardianes de la Galaxia llega también en momentos en que Marvel viene de varios (relativos) fracasos artísticos y económicos (siempre teniendo en cuenta las inversiones y expectativas, por supuesto) y en medio de la controvertida partida de la compañía de la argentina Victoria Alonso, quien todavía figura como productora ejecutiva de este tercer opus.
Todo comienza con una larga secuencia en la que vemos la actualidad de los distintos Guardianes, mientras de fondo suena la versión acústica de Creep, el clásico de Radiohead, tema que dará inicio a un soundtrack casi sin interrupciones con canciones de Beastie Boys, Heart, The Flaming Lips, Bruce Springsteen, The The, Rainbow, Florence + The Machine, Faith No More, The Replacements, Spacehog, Earth, Wind & Fire y varios grupos y solistas más. Y esa actualidad no es precisamente la mejor, ya que, por ejemplo, el Peter Quill a.k.a Star-Lord de Chris Pratt apenas puede sostenerse en pie tras una nueva estancia -al parecer demasiado prolongada- en un bar.
Pero a los pocos minutos aparece en escena el poderoso Adam Warlock de Will Poulter y ya comienzan las luchas terrestres y aéreas. Ese personaje, pero también el misterio detrás de la historia del mapache transgénico Rocket (la voz de Bradley Cooper), que encima queda malherido y pasa a ser el alma del relato, y el reencuentro entre Peter Quill y una Gamora (Zoe Saldaña) que sufre de una amnesia total que obliga a resetear por completo la relación, son algunas de las subtramas que Gunn maneja con soltura y fluidez, más allá de que los 150 minutos (con títulos y dos escenas post-créditos incluidos) se sienten demasiado exagerados.
Todo concluye al fin, es cierto, y -como ocurrió con The Avengers- cada vez es más complicado reunir a tantas figuras para películas corales. Pero hay algo que va quedando claro: varios personajes, empezando por Star-Lord, tendrán en un futuro próximo su película stand-alone. El show debe seguir y la maquinaria comercial tiene que seguir recaudando.