La entrega final de los Guardianes de la Galaxia ofrece el espectáculo más decente que brindó la franquicia Marvel desde Avengers: Endgame al mismo tiempo que concluye la historia gestada por el director James Gunn de un modo satisfactorio.
Sin llegar a ser una producción emblemática al menos se percibe un poco de corazón y cariño por los personajes y por sobre todas las cosas un poquito de contenido comiquero; un elemento que brilló por su ausencia en las ofertas de este estudio en los últimos años.
Esta entrega en particular no es otra cosa que una emotiva carta de amor al Rockett Raccoon de Bill Mantlo, un personaje marginal de nicho por el que el director expresa su clara predilección.
Durante el desarrollo del espectáculo queda la impresión que las entregas previas fueron una excusa de Gunn para narrar su interpretación personal del origen del mapache
Una premisa que toma el riesgo de abordar un contenido más turbio con el fin de darle un descanso a la tontería que prima desde hace un largo tiempo en esta saga.
Una sorpresa si tenemos en cuenta el contenido del segundo film de los Guardianes donde el foco de atención se concentró en las situaciones humorísticas.
En aquel episodio los chistes no daban descanso y arruinaban momentos como el funeral de Yondu (Michael Rooker) que podían haber tenido otro tono.
En la nueva película Gunn corrige estas cuestiones y entrega una obra más equilibrada que retoma el espíritu de la primera entrega.
Si bien el humor está presente porque es parte del estilo narrativo del director en esta ocasión no es tan avasallante y cuando tiene que encarar situaciones dramáticas va al hueso y golpea sin anestesia.
Dentro del origen de Rockett el cineasta se excede por momentos con algunas situaciones crueles relacionadas con el maltrato de animales que pueden resultar un poco perturbadoras en los más chicos acostumbrados a la comedia simplona de Marvel.
No obstante, el resultado es un espectáculo que al menos despierta una mínima reacción emocional en el público, algo que desapareció en este género hace tiempo y ese es un mérito del film que no se puede ignorar.
Hacia la mitad del conflicto la trama abraza la identidad comiquera con una misión de los protagonistas que evoca esa ciencia ficción retro que siempre estuvo presente en las aventuras de los personajes y marcó una diferencia con el resto de las propuestas de superhéroes.
Es más, todo lo que intentaron hacer en el film de animación de Disney Strange World Gunn acá lo ejecuta de un modo acertado.
Motivo por el cual, a diferencia del capítulo previo, esta entrega se siente más una propuesta de los Guardianes que seguramente seguirán apareciendo en el futuro en otras producciones.
La despedida pasa más por la visión del director que concluye su paso por la franquicia.
En lo referido a los aspectos técnicos también encontramos una obra donde se puede apreciar la dedicación que le pusieron al diseño de los mundos bizarros que se presentan y las secuencias de acción que ofrecen muy buenos momentos.
La musicalización con temas de rock también está perfectamente implementada.
Entre las nuevas adiciones Chuckwudi Iwuji en el rol del Alto Evolucionario compone un villano que se hace odiar y resulta efectivo en la trama.
No se puede afirmar lo mismo de Will Poulter como Adam Warlock que es cualquier cosa y solo toma el nombre del personaje.
No queda muy en claro lo que quieren hacer con este rol pero si la idea es que tenga una continuidad en futuras películas van a tener que repensarlo conceptualmente porque no termina de convencer.
Gunn no presenta ningún interés en él y afortunadamente lo contiene con intervenciones limitadas.
La mayor objeción para hacerle a este film es la duración donde le sobran con facilidad 30 minutos que extienden la resolución del conflicto de un modo innecesario.
Más allá de esta cuestión el balance es positivo.
Guardianes de la Galaxia 3 no revitaliza la saga de Marvel, que atraviesa hace rato su peor momento, pero dentro del desierto de desidia creativa en el que se estancó la franquicia al menos aporta un oasis ameno para disfrutar en una sala de cine.