EL CORAZÓN DE MARVEL
“Hey (hey) what’s the matter with you, feel right?
Don’t you feel right, baby?
Hey (hey) all right, get it from the main vine, all right
Come and get your love
Come and get your love
Come and get your love
Come and get your love”
(Come and get your love; Redbone)
NdR: Este texto contiene algunos spoilers.
Entre algoritmos y decisiones corporativas, el mainstream hollywoodense se ha convertido en una máquina sin alma, a la que la corrección política opera como límite a respetar (al cine de autor de los festivales le pasa lo mismo, pero para qué meterse en ese lío ahora mismo). Claro que siempre se trató de un cine de productores, pero no es lo mismo el cine de entretenimiento de los 80’s, con Spielberg poniendo la plata, que el cine actual administrado por una sarta de empresarios invisibles. En ese contexto, un director como James Gunn es una rareza. El tipo conoce los resortes del cine de alto presupuesto, pero también los rincones de la cultura pop con la que construye cada espacio de su película, especialmente aquellos a los que recurre para generar una imagen que reverbere en la memoria del espectador (su mezcla entre imágenes y música es perfecta). Además, y a diferencia del resto (tal vez Taika Waititi esté a su altura), Gunn tiene sentido del humor, incluso bastante retorcido para los cánones de Disney, por lo que nunca comete el crimen de tomarse demasiado en serio a sí mismo. Digamos, el trabajo de un comediógrafo. Por lo tanto, no es de extrañar que su trilogía de Guardianes de la galaxia sea el cuerpo de obra más sólido de toda la producción de Marvel Studios: Gunn sabe qué quiere contar y cómo debe hacerlo, incluso cómo sortear las obligaciones corporativas (¡puteadas en una película de Marvel!). Sus películas son personales, sofisticadas, y a la vez tribuneras, populares, cachivacheras. Y todo esto junto estalla por los aires en la última y fascinante, más allá de su valor real, Guardianes de la galaxia Vol. 3.
El último plano de la película, el último-último antes de las escenas entre y post créditos, es un primer plano de Rocket Racoon gritando y bailando. Si la película se asume como el cierre de una historia, la adultez y el adiós de un grupo que empezó a construirse dos películas atrás, uno imaginaría que debería cerrar con un plano de Peter Quill, el líder de la pandilla. Pero no, Gunn sabe y comprende que el Volumen 3 debe terminar ahí, con una imagen que no sólo es pura alegría y felicidad, sino que es la alegría y la felicidad de un personaje que atravesó a lo largo de dos horas y media el viaje de su vida. Y que es un respiro necesario para el espectador, luego de una experiencia lo suficientemente angustiante y melancólica (tanto, que la primera escena, una de las mejores aperturas de la historia de Marvel, está acompañada por Creep de Radiohead). La coherencia de la película es tanta, que la utilización de un recurso como el flashback es fundamental para la aventura, que va y viene en el tiempo para contar el pasado de Rocket y su construcción final como líder del grupo. Por una vez los planes magnánimos del villano (la gran falencia de la mayoría de los films de Marvel) se corresponden tanto con la línea principal del relato como con la experiencia individual de los personajes: El Gran Evolucionador, el villano de esta entrega, tiene una historia con Rocket que será la que movilizará la trama. Y la película se construirá sobre ese exclusivo conflicto.
El Volumen 3, por lo tanto, surge desde lo individual -Rocket al borde la muerte y el resto de los Guardianes luchando para salvarlo-, a lo general, con un villano que busca mejorar a la sociedad y que, cuando no lo logra, no tiene problemas en borrar todo de un plumazo. Es cierto que el guion fuerza un montón de situaciones y que en determinado momento el montaje paralelo entre diversos espacios se vuelve algo confuso, pero Gunn se tira en esta tercera entrega tan de cabeza al melodrama que incluso lo desparejo y desordenado es coherente con la exacerbación de las emociones que propone. Esa imperfección es el corazón de la película, que en el contexto de un cine adocenado y anestesiado, burocrático y mecánico, resulta vital y movilizador. Es, claro que sí, un film necesario que nos saca de la modorra en su extrema apuesta audiovisual. Si en el Volumen 2 el director caía en la trampa de la búsqueda constante del chiste a riesgo de no animarse a lo dramático y quedar excesivamente canchero (algo que le pasaba en El Escuadrón Suicida), aquí aprendió la lección y acepta que en determinadas situaciones no hay motivos para reírse. Y no hay nada de malo en entregarse a esa sensibilidad con la que la franquicia siempre amagaba.
Gran película sobre la amistad, al límite de que los personajes ponen su propia vida en riesgo para salvar al amigo caído en desgracia (y no hay otra motivación), Guardianes de la galaxia Vol. 3 se luce en un terreno en el que ninguna película de Marvel lo había hecho anteriormente, que es en el de las emociones. Volumen 3 es un corazón que bombea sangre multicolor, chillona, rabiosamente rabiosa como el ataque de Rocket contra El Gran Evolucionador. Y Gunn es el corazón que le hace falta a las películas de Marvel, que hace rato dejaron de emocionar y fascinar. Aquí hay tantos momentos gloriosos como otros de esos medio vergonzosos, que sólo el director puede convertir en interesantes. Una película que apuesta, que acierta las más de las veces, con sorpresas, con invenciones felices y con un elenco que entendió como pocos el sentido de grupo. Por eso el final, en su despedida en medio tono, en su pudorosa sensiblería, emociona sin trampas. Porque la despedida -lo sabemos con la salida de Gunn- va más allá, es la derrota de un tipo de entretenimiento que le da lugar a los burócratas de siempre.