Salí de la sala, feliz. Hace unos meses le contaba a algunos colegas, que las últimas propuestas del MCU de la fase 4 y la discreta apertura de la quinta, habían mellado mi confianza en Marvel. En cierta manera, el duelo del final de la fase 3 duró más de la cuenta. Y en mi opinión, el estudio atravesaba una fase errática donde entre series y personajes que recien iniciaban, se hacía difícil anclar en las emociones dentro de este universo.
«Guardianes de la galaxia, volumen 3», restaura el componente central de la conexión del público con el género: la dimensión transgresora dotada de humanidad. James Gunn se supera a sí mismo en su despedida de la franquicia y muestra porqué DC confió en él para organizar su propio sistema, el hombre sabe cómo conectar constelaciones de superhéroes y probablemente pueda poner al gran rival de Marvel a la altura de las circunstancias, en todo sentido.
Pero volviendo a esta tercera entrega de «Guardians…», debemos decir que no sólo contiene todos los elementos que la hicieron única y particular en el MCU, sino que elige enfocar en el sentido de pertenencia del grupo («la familia», en términos de Vin Diesel) y profundizar en la línea «separatista» de esta banda de justicieros espaciales. Obvio, tomandose todas las libertades del mundo. Gunn no ha tenido límites para crear esta historia y él ha elegido homenajear el espíritu de camaradería que los llevó a todos al éxito.
La trama inicia con un ataque al HQ de los guardianes, por parte de un misterioso Warlock (Will Poultier, quien se estrena como un personaje nuevo) que deja a Rocket (voz de Bradley Cooper) en estado grave, conmocionando al grupo por lo súbito y extraño de tamaño. Peter (Chris Pratt) deberá entonces salir de su duelo para buscar una solución que traiga de vuelta a su coequiper a la vida. Y decimos esto, porque se le ve muy afectado en su liderazgo, teniendo serias dificultades para elaborar el duelo por la muerte de su amada Gomora (Zoe Saldaña), a manos de Thanos en la batalla final en #Endgame. Pero para complicarla, uno de sus «dobles» en el multiverso, sigue a su alcance, pero sin recuerdos ni vinculación emocional con nuestro «Starlord», lo cual amplifica su dolor al evocarla.
En ese cuadro, la banda descubre que para curar a Rocket, deberán encontrar desactivar un dispositivo que tiene en su cuerpo, implantado por el villano de turno (un largo tiempo atrás), el Evolucionador Alto (o algo así), jugado por Chukwudi Iwuji. Este muchacho tiene como obsesión manipular con implantes y multilaciones a toda criatura, con el propósito de crear una raza superior y Rocket ha sido uno de sus grandes aciertos.
Así es que Peter y su banda (Dave Bautista -Draz-, Pom Klementieff -Mantis- y Karen Gillan -Nebula-) irán en busca de salvar la vida de su amigo, pagando todos los precios que haya que pagar. El viaje será, lisérgico, intenso, divertido pero por sobre todas las cosas, emotivo y fraterno. Nadie saldrá indemne de este viaje donde el final se respira a cada paso del camino.
Dentro del diseño de arte hay grandes aciertos y mucho más en la cuidada banda de sonido, insignia de la casa. En lugar de instalarse solamente en los 70′, la soundtrack de esta peli explora otros artistas, siempre a tono con las secuencias que marcan a fuego la historia de estos guardianes.
Considero esta tercera entrega un cierre brillante para una trilogía original, dislocada y poco alineada a la corrección. Su osadía y trasgresión se conservan intactos a lo largo de las más de dos horas de metraje. Gunn no se guarda nada en la despedida y su equipo tampoco ya que aquí hay una sinergia creativa que el espectador agradece. En el debe, quizás podría decirse que la historia es un poco más violenta que las anteriores pero esa veta también le abre la puerta a las emociones, de una forma poco vista en esta saga.
En síntesis, no defrauda y muestra que hay esperanza de recuperar la magia que allá por la fase 3 del MCU parece haberse extraviado. Para pasarla bien, con todas las letras.