Un ladrón, dos matones, una asesina y un maníaco. Conozcan a los nuevos salvadores de la galaxia y la nueva apuesta de Marvel/Disney para expandir un poquito más su universo cinemático.
En esta nueva entrega de la mega franquicia comiquera dejamos de lado a los héroes clásicos y al planeta Tierra, para irnos de aventura a los confines del espacio y a enfrentar a tipos mucho más grosos, vengativos y con delirios de grandeza.
Porque “Guardianes de la Galaxia” (Guardians of the Galaxy, 2014) es, ante todo, una aventura espacial llena de nostalgia ochentera, de losers, música de los sesenta y setenta, maravillosos efectos especiales, chistes y referencias pop.
James Gunn se hace cargo del guión y de la dirección de la película más extraña del conjunto marveliano. Amante del terror y del humor negro que heredó de su paso por Troma, el tipo logra impregnar a la historia de lo mejor de nuestra infancia (y de la suya, obvio), porque acá hay un viaje de añoranza, de cariño por los grandes clásicos de ciencia ficción, de fantasía y de aventuras de finales de los setenta y sobre todo los años ochenta con todas sus exageraciones.
Nuestro “héroe” es la mezcla perfecta entre Indy, Han Solo y Ren McCormack, protagonista de un film que no nos da respiro, y a los cinco minutos de empezar ya nos estalla el primer homenaje cinéfilo en las narices.
Estamos en 1988, en la Tierra, y un pequeñito acaba de perder a su madre, minutos después es abducido por una nave espacial que nos lleva 26 años en el futuro, al presente y a un extraño planeta deshabitado.
Peter Quill (un Chris Pratt que abandonó a Andy Dwyer en el gimnasio) es un saqueador sin mucho honor que digamos, capaz de engañar a la “familia” de delincuentes que se encargó de criarlo y convertirlo en el hombre de provecho que es, en su propio beneficio, y de competirle cabeza a cabeza al cancherismo de Tony Stark, al que le gana por goleada.
Astuto y con todos los truquitos necesarios bajo la manga, logra burlar a los cazadores de Ronan (Lee Pace) y robarse un misterioso orbe, un artefacto del que todos quieren echar mano: Peter piensa venderlo por su cuenta y traicionar a sus hermanos saqueadores, incluido Yondu (Michael Rooker), Ronan, “el acusador”, se lo va a entregar a Thanos (Josh Brolin) y así vengarse de los xandarians, raza que ha estado en guerra con los suyos desde hace siglos y Thanos… bueh, el violáceo personaje tiene sus propios planes, pero no les vamos a decir.
Así se desencadena esta historia. Yondu manda a su propios cazarrecompensas en busca del pibe, Ronan a su mejor asesina, Gamora (Zoe Saldana) -una huérfana entrenada por Thanos-, y entre piñas y patadas por las calles de Xandar, todos terminan arrestados por los Nova Corps que los mandan derechito a Kiln, una prisión de máxima seguridad.
Y acá estamos de vuelta: un ladrón que se hace llamar Star-Lord, dos matones -Rocket (Bradley Cooper), un mapache genéticamente modificado y su guardaespaldas Groot (Vin Diesel), un árbol humanoide de pocas palabras-, una asesina con mala reputación a la que todos quieren cargarse, y ahora se suma uno de los presidiarios, Drax (Dave Bautista), que ayudará al grupo sólo para poder acercarse a Ronan y vengar la muerte de su familia.
Al principio los mueve la codicia, pero pronto descubren el verdadero poder que esconde el orbe y la cosa cambia. Se puede decir que en sus manos está el destino del universo y van a tener que dejar de ser unos granujas para tratar de convertirse en algo parecido a “héroes”.
Los riesgos son enormes, pero estos muchachos bien curtidos afrontan las posibles perdidas porque, en realidad, ya perdieron demasiado y todo lo que puedan lograr de ahora en más es pura ganancia.
Y eso es “Guardianes de la Galaxia”. Dos horas de acción sin respiro, al ritmo de The Runaways, el Duque Blanco, los Jackson 5 y, obviamente, el Ooga-Chaka de Blue Swede, que tienen un peso emotivo muy importante en la trama y en la vida del personaje principal. No están ahí por capricho de Gunn, así tampoco las infinitas referencias a la cultura popular, directamente ligada a la infancia de Quill en la Tierra.
Ya quedó más que demostrado que Marvel/Disney sólo busca diversión (y dividendos, obvio). No le importa (o no puede) meterse con el análisis social, el drama profundo o las complicaciones humanas y sentimentalismos, que es donde más fallan sus historias.
Este nuevo “dream team” no es la excepción. El momento “sentimental” es un poco obvio y se desluce entre tanto chiste y referencia. Lo dramático no es su fuerte y por suerte, Gunn no lo fuerza como en otras producciones del MCU.
Tampoco va a cambiar la historia del cine y del género, pero le da una vuelta de tuerca a la ya (un poco) cansadora historia comiquera.
El logro más grande de esta película que ya tiene secuela asegurada para 2017 (seguramente para contar el pasado de Peter y su procedencia) es ese humor destinado a los que crecimos durante las décadas de los ochenta y noventa. Esa nostalgia que ya se nombró, que rescata lo mejor de la cultura, más que nada, cinéfila.
Los más chicos tal vez queden afuera de varios de estos maravillosos guiños, aunque no por eso deja de ser disfrutable y sumamente divertida. Aunque el 3D (una vez más) no aporte absolutamente nada, los efectos están muy bien logrados y en beneficio de una trama que los necesita ampliamente.
“Guardianes de la Galaxia” gana desde el guión, sus diálogos y sus personajes, tan diferentes y parecidos entre sí. Ellos llevan adelante la película y no las peleas, las navecitas y las explosiones.
Habrá que ver como este nuevo universo espacial se conecta con Tony y compañía. Aunque ya tuvimos varias pistas y se entiende por que lado viene la cosa, la escena post-créditos no aporta nada nuevo, así que tendremos que esperar hasta el estreno de “Avengers: Age of Ultron” (2015). Por lo pronto a disfrutar con el balde de pochoclos y el walkman en las orejas, al parecer corremos con una ventaja: el sarcasmo es una cualidad puramente de este planeta.