El último agregado al Universo Marvel dentro de la cinematografía es, sin dudas, el más extraño de todos (tanto que conviene quedarse hasta después de los créditos para sorprenderse con hasta dónde planea llegar en sus adaptaciones la empresa). Lo dicho es en forma de elogio y no crítica: de no ser por su tono casi auto-paródico, bizarro y despreocupado, Guardianes... sería tan sólo una excusa más para seguir expandiendo los multiprotagonistas que luchan contra quien venga para proteger al mundo, o a toda una galaxia en este caso. Claro que la intención de unir a todos con todo sigue firme: no aparece Iron-Man, no aparece el Capitán América, pero sí aparece Thanos, el futuro rival de la segunda parte de Avengers.
El responsable detrás de cámaras es un realizador a quienes los fans del cine más guarro y under de Hollywood habrán de conocer: James Gunn, otrora director de films independientes de culto como Super (2010) y especialmente Slither (2008). Gunn, también guionista de la excelente remake de Zack Snyder de El Amanecer de los Muertos (Dawn of the Dead, 2004) no le teme al grotesco y, consciente de la ridiculez de sus personajes (uno de ellos, Groot, es literalmente un árbol con patas) apuesta al absurdo pero sin dejar jamás de lado la acción, que vira más hacia el sci-fi que la aventura: sus influencias se pueden rastrear desde Star Wars y no tanto las aventuras de super soldados o millonarios con trajes de hierro. Esto brinda una enorme ventaja a Gunn, que aprovecha durante todo el argumento de la película: cuenta con una historia distinta que no se conforma nunca con ser apenas un capítulo más en el libro de superhéroes con historia sin fin.
Así el grupo de notables que poco tiene en común, más allá del placer por destruir cosas, escapar de peligros e involucrarse en todo tipo de peleas, busca recuperar de las manos del malvado Ronan (Lee Pace) una esfera extraña capaz de destruir planetas enteros. Entre robos y traiciones, los héroes deben sortear todo tipo de obstáculos para proteger la galaxia de dicho abominable ser que, en el fondo, es apenas una marioneta de Thanos, el verdadero villano de villanos, quien se reserva apenas unas pocas escenas para anticipar su futura amenaza en posteriores aventuras.
Gunn sigue al pie de la letra la fórmula Marvel en algunos ítems narrativos, como la necesidad de un Macguffin (el orb, la esfera en cuestión) pero se despega de los demás films de la compañía a través de un humor más corrosivo que no le teme al ridículo. Un chiste acerca de la suciedad de la nave del verdadero protagonista, el humano Peter Quill (Chris Pratt) resulta definitivamente no apto para menores.
Guardianes de la Galaxia es un film entretenido que jamás olvida el absurdo del cual parte, y por ello es una más que bienvenida adición al universo de superhéroes más famoso de estos tiempos. Al menos, hasta que DC presente una digna competencia, a lo cual los estudios apuntan con la futura Batman v Superman. Para ese entonces, no obstante, Marvel ya habrá abierto otras decenas de caminos.