A veces el todo y la suma de las partes son cosas distintas. Como ocurre con Joker, la historia de origen del archienemigo de Batman dirigida por Todd Philips y protagonizada por Joaquin Phoenix. Philips sintoniza al Martin Scorsese de los 70s – en donde Nueva York era un pozo putrefacto de corrupción y violencia, un escenario tóxico que terminaba por engendrar a dementes como Travis Bickle y Rupert Pupkin (de Taxi Driver y El Rey de la Comedia respectivamente) – pero no tiene el nivel de Scorsese. He aquí un melodrama urbano sobre la agresión diaria y constante que sufre un perdedor con aspiraciones excesivas (ser un comediante exitoso de stand-up) y que terminan por empujarlo al abismo… y mas allá. Tomando nota de The Killing Joke, la vida de Arthur Fleck es un infierno hasta que un día su cerebro estalla. Basta tener un mal día para que uno se convierta en el mas violento de los sicópatas.
Cómo encaja Joker en el canon del Batman fílmico es un misterio. Ambientada en 1981 – en las épocas de las andanzas de Bickle y Pupkin -, los 38 años de diferencia con la próxima versión del encapotado suenan abismales… pero, vista como una aventura stand alone del villano mas popular del mundo del comic, la idea no es mala. Lo que sí, el ambiente de época está logrado tomando no solo notas de la fotografía de los títulos ya mencionados de Scorsese sino también de Contacto en Francia y Shaft. Es un thriller setentoso en donde la Nueva York histórica / Ciudad Gótica de turno es un infierno plagado de basura, graffitis y carteles de neón de los cines para adultos.
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Ciertamente Joker no está libre de clichés. Que Fleck esté al borde de la insanía mental por los abusos sufridos cuando era niño y que ahora, sin un dolar en el bolsillo, vive en pensiones de mala muerte y acude al servicio comunitario en busca de soporte sicológico (que es cortado por una huelga) es algo de manual. Sobreviviendo como payaso, viviendo con su madre inválida y teniendo sentimientos contrapuestos con la madre soltera que tiene de vecina (Zazie Beetz), su vida sufre un vuelco cuando una pandilla de menores lo asalta y lo golpea. Un compañero de trabajo le da un arma para defenderse y, al tener un entredicho en el metro, termina asesinando a tres corredores de bolsa. Claro, son los tiempos de Reagan, de los yuppies, de los devoradores y descuartizadores de empresas quebradas como Donald Trump, y la muerte de los brokers, de pronto, lo vuelve una figura popular. Hay una guerra subterránea entre pobres y tipos asquerosamente ricos y Fleck ha tocado esa fibra sensible sin querer. Obteniendo un tipo de atención que le resulta desconocido (el candidato a alcalde Thomas Wayne lo menciona como “el payaso asesino” y, de pronto, una multitud de gente sale a solidarizarse con la masacre portando máscaras de payaso, generando un masivo movimiento anarquista y espontáneo a lo V de Vendetta), Fleck se siente excitado. Recargado con una energía que nunca tuvo, que desconoce pero que le agrada, Fleck se siente capaz de lanzarse a tomar revancha de aquellos que lo humillaron. Candidatos para vengarse no le faltan, comenzando por el cínico conductor del talk show nocturno (Robert DeNiro) que le dió la oportunidad de debutar y, ante lo fallido de la rutina de Fleck, se dedicó a defenestrarlo sin compasión alguna.
Joker no es la crónica del origen de un supervillano sino una fábula urbana sobre un individuo terriblemente dañado que se convierte en un peligroso criminal. Es la historia de su venganza contra el mundo que lo ha lastimado, y en lo patético de su situación logra despertar empatía. Es un pobre tipo que se reconoce como causa perdida y que sabe que no puede conectarse con los demás; por eso camufla todo como si fueran bromas – retorcidas, bizarras – riéndose a cada rato para llamar la atención y generar una simpatía que carece. Con una figura cadáverica Phoenix se pasea por la pantalla, mostrando a un actor entregado completamente a su papel. ¿Que la perfomance de Phoenix es muy buena?. Por supuesto. ¿Que ésto se siente como el Joker de los comics o que es superior a la icónica interpretación de Heath Ledger en El Caballero de la Noche?. Eso ya es tema de un acalorado debate. Phoenix sobresale en este thriller setentoso de claro corte nihilista y es muy bueno en sus propios términos, pero debe verse como una versión alternativa de un personaje reconocido. El payaso diabólico tiene terreno de sobra para cientos de interpretaciones y ésta está lograda, aunque quizás mas en los términos de un público de cine arte que en los del fan comiquero a ultranza.