La comprometida e intensa labor de Joaquin Phoenix levanta por completo una película que no es otra cosa que la remera del Che Guevara del cine de DC.
Es decir, una producción que pretende ser controversial e irreverente a través de una postura más que una expresión artística genuina que explore con profundidad los temas que aborda.
Más allá de la composición extraordinaria que presenta el protagonista, el film de Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?) no está a la altura de ese hype exagerado que vende a esta propuesta como una obra maestra que marca una bisagra en el séptimo arte.
Un disparate que no tiene ningún tipo de sostén y genera expectativas desmedidas.
Guasón tiene la particularidad de explorar la psicología de la mente de un psicópata con un relato anclado en la realidad, que toma todos los elementos cotidianos de las biografías de los asesinos seriales.
Muchas de las situaciones que vive Arthur Fleck en la trama se pueden encontrar en casos de criminales famosos que vivieron las mismas experiencias.
Por ejemplo, la desidia y el abandono que presentan las autoridades de Gotham frente a las personas con problemas mentales, en la vida real fue un factor clave para que surgiera en los Estados Unidos un asesino como Richard Chase, el vampiro de Sacramento.
El desarrollo que tiene Fleck a lo largo del film está muy bien trabajado en ese sentido y en esta cuestión jugó un papel clave la intensa labor de Phoenix.
Toda la transformación física a la que se sometió y el modo que retrata el desequilibrio emocional que padece el Guasón es escalofriante. El film logra ser interesante por su presencia y la tensión e incomodidad que genera con el rol.
El actor desaparece por completo en la composición del psicópata con una de las mejores interpretaciones de su carrera.
Se nota que le puso mucho corazón a su trabajo y todos los premios que reciba en el futuro son merecidos.
Lamentablemente la dirección de Phillips no está a la misma altura y en este campo sobresale la mayor debilidad de la película.
El problema con Guasón es que no logra construir una identidad propia, debido a que el relato se encuentra estancado en el permanente recuerdo de los clásicos del pasado.
El concepto de sutileza no existe en la mente de este realizador y todas las referencias a Taxi Driver, El rey de la comedia y Contacto en Francia (William Friedkin) las trabaja de un modo burdo y obsceno.
El gran origen del villano no deja de ser una combinación obvia de las películas mencionadas de Scorsese.
Por eso también el discurso de “la obra maestra que marca una bisagra en el género” se cae enseguida porque ya vimos la misma película en numerosas oportunidades.
Sin ir más lejos, la productora Troma (El vengador tóxico) la hizo hace más de 30 años en Combat Shock.
Un obra mucho más jugada y perturbadora que esta, con la diferencia que tenía a un veterano de Vietnam con problemas mentales como protagonista. El resto es exactamente lo mismo.
La realidad es que no hay nada remotamente nuevo y revolucionario en esta producción.
Más allá de dividir el mundo de un modo simplista, entre los pobres sacrificados que necesitan ayuda y compasión y los ricos malvados y caretas que solo buscan poder (no falta el obvio guiño a Donald Trump), el film no expresa ninguna idea interesante sobre la violencia y la cultura que produce un criminal de las características del protagonista.
Por otra parte, el conflicto central se ve contaminado con una innecesaria Wayne dependencia que se podía haber evitado ya que el título del film es Guasón.
Joaquin Phoenix manifestó en una entrevista que él hubiera preferido que no hubiera ninguna mención a esos personajes en la trama y tenía razón porque hubiera sido más interesante.
El vínculo de Fleck con los Wayne se siente forzado y el director empeora esta situación con la inclusión del más grande cliché relacionado con Batman en el cine y la televisión.
Una escena que arruina un gran momento de Phoenix, cerca del final, con el objetivo de entregarle todo bien explicado al espectador que no puede pensar por su cuenta.
De esta película me quedo con la labor del protagonista y toda la puesta en escena que presenta Phillips en los campos estéticos.
Sobresale la fotografía que evoca el cine de los años ´70 y el regreso de esa Gotham decadente y depresiva que es tal vez el elemento que más abraza la identidad del cómic.
De todos modos, más allá de las objeciones que se le pueden hacer a la película, Guasón no deja de ser una adición positiva a la franquicia de DC.
El concepto de gestar estas historias independientes que no dependen de la conexión con otros filmes y un universo compartido abre la puerta a que se puedan trabajar los personajes de la compañía desde perspectivas diferentes.
En resumen, una buena producción que se disfruta más cuando uno la corre del hype ridículo que la rodea.