Guasón

Crítica de Javier Luzi - Visión del cine

Se estrena Guasón, la imprevista ganadora de la Mostra de Venecia, y demuestra, otra vez, que las películas de superhéroes pueden ser más que un entretenimiento vacuo.
¿Por qué será que los villanos atraen tanto nuestra atención? O quizá mejor sería preguntarse ¿por qué ver el lado oscuro de las personas nos encandila? Porque debemos admitir que hasta los héroes nos caen mejor cuanto más sufridos y más humanos. Desde los mitos griegos ver a los dioses comportarse como simples mortales con celos, amoríos, revanchas, engaños, nos constituyó, de alguna manera, como sociedad occidental.

Cuando nació Batman para los cómics, hace ya 80 años, también nació el Joker (o nuestro latinoamericanizado Guasón). Su némesis, el rival más temible. Sin más arma que su propia locura, esa misma que tiñó el origen del hombre murciélago. Dos caras de una misma moneda. El ying y el yang. Por eso no resulta extraño que semejante personaje se haya independizado (al menos lo bastante como para que su enemigo sea una nota al pie, un actor secundario en la trama) y consiga su propia película.

Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es un hombre que trabaja de payaso para una empresa que lo convoca para distintas actividades: promocionar negocios o realizar animaciones en hospitales y reuniones. Sueña con ser un comediante y hacer reír a los demás. Vive con su madre y de la asistencia social (hasta que esta ayuda es cancelada por el gobierno). Sufre una enfermedad que le provoca carcajadas sin motivos y sin poder evitarlo, lo que le hace pasar incómodos momentos.

Ciudad Gótica se parece a la Nueva York de los 80: llena de suciedad y de ratas, insegura y violenta, donde vivir, para la inmensa mayoría, es apenas sobrevivir y la brecha social se va abriendo cada vez más. Sus ciudadanos parecen danzar en la cubierta del Titanic, entre la ignominia y la caridad cristiana y meritocrática. Y cada vez más enfurecidos. Nada podrá detener lo que se está cocinando a fuego lento.

Víctima de una sociedad que lo empuja a la soledad y la rabia, Arthur va comenzando a abandonar toda alegría y confianza en los cambios posibles. Y cuando la esperanza equívoca de descubrir quién es su padre se rompa violentamente y, por otra parte, cruce la frontera de la justicia por mano propia, ya no habrá retorno. Siendo objeto de la burla de sus ex compañeros de trabajo y del conductor (que admira) de un programa televisivo de gran rating e influencia, sintiéndose traicionado por su madre y, finalmente, desempleado, Fleck se volverá el Guasón.

Todd Philips (¿Qué pasó ayer?, Amigos de armas) va construyendo una trama en donde todo tiene su justo espacio y desarrollo. La risa que nunca se ve plena y victoriosa se va tornando carcajada mortal, enigmática y doliente. Y la tensión se adueña de la pantalla. La ciudad no es sólo un paisaje sino un elemento más que, junto a la revuelta social, va forjando a sangre y fuego a lo «asocial» que se encarnará en ese hombre llevado a sus límites. Pero dejándonos sospechar que cualquiera de nosotros puede terminar siendo él.

El uso de ciertas claves de un pasado que el protagonista descubre a la par que el espectador, no son más que apuntes individuales que no se plantean como condición sine qua non para la criminalidad ni como justificación y tampoco se agotan en la superficial lectura «psicologista» que, en general, sirve para aportar tranquilidad al público por su excepcionalidad única. De hecho, esas calles que cada vez se van llenando más de hombres con máscaras de payasos nos hablan de otra cosa. De todo lo contrario.
Si el elenco está ajustadísimo en sus roles (De Niro regresa para demostrar que no es sólo el recuerdo de quien fuera; y por otra parte su participación hace más patente la ligazón que este Guasón tiene con el cine norteamericano de los 70 y, especial y particularmente, con Scorsese y Taxi Driver y El rey de la comedia), lo de Phoenix es definitivamente consagratorio. Su expresividad corporal, sus gestos desolados, su rictus y su máscara aún antes del maquillaje, su locura galopante, sus bailes liberadores (esas escenas coreografiadas en las escaleras son superlativas) conforman a un hombre que después de luchar con sus demonios y abandonado a la buena de Dios, sólo puede ser lo que es: Guasón.

Una película que detrás de un villano de cómics se revela oscura y adulta. Que nos interpela como sociedad y postula preguntas incómodas. Phoenix, sin duda, uno de los mejores actores de la actualidad, se encamina a llevarse todos los premios de esta temporada.