Hay que decirlo sin vueltas y de entrada, Guasón es la más estimulante y provocadora anomalía que haya sido lanzada desde las entrañas de Hollywood en más de dos décadas. Una película que se encarga de subvertir de un bofetón todos los paradigmas de los films de superhéroes y villanos, que han sido meticulosamente forjados por expertos en marketing y luego concretados por directores que simplemente han oficiado como operarios de las decisiones de ejecutivos con gran interés en el rendimiento financiero y poca pasión por el verdadero cine. Exceptuando autores como Tim Burton o Christopher Nolan, el resto de los realizadores han puesto su oficio al servicio de una maquinaria que funciona a motor de fórmulas tan alienantes como previsibles.
El universo de Batman parece entonces ser el único refugio posible para creadores con una fuerte impronta autoral, y con Guasón Todd Phillips, mentor de la saga ¿Qué pasó ayer?, da rienda suelta a un a un elegante ejercicio de estilo con una libertad afiebrada que la gran industria del cine raramente suele otorgar. El primer eslabón de consagración para esta joya de Hollywood se produjo recientemente en el Festival de Venecia, cuando Joker se llevó León de Oro, es decir el galardón máximo, el premio a mejor película. Luego siguió la aclamación casi unánime de la crítica a nivel mundial, y en estos días la concurrencia masiva de público a las salas, con una clara división de aguas entre quienes adhieren fervorosamente a esta propuesta y quienes salen indignados frente a una película que consideran demasiado densa y violenta.
A diferencia de decenas de tanques sobre superhéroes que han sido despachados con el solo objetivo de embolsar una recaudación millonaria, en Guasón tenemos una obra maestra orquestada plano a plano por un realizador que se muestra comprometido con la misión de subir la vara de la apuesta artística del cine industrial, sin descuidar su vocación por el gran espectáculo. En este film no hay una catarata de datos vacíos destinados a satisfacer la voracidad de todo nerd del comic, sino un relato que parte de una premisa concreta: la ira de un hombre que vive con su madre enferma mientras aspira a ser una figura del stand up, sobreviviendo como puede a la hostilidad de una Ciudad Gótica tan sucia como decadente. Para transitar este tour de force por el infierno, Todd Phillips concibe un guión sin fisuras que conquista una tensión dramática que va en implacable in crescendo, mientras se abstiene del abuso de una parafernalia de efectos especiales y focaliza en un puñado de escenas de enfrentamiento rodadas con absoluta precisión y una visceral contundencia.
Mucho se ha hablado de la relación entre este esperado estreno y films de Martin Scorsese como Taxi driver y El rey de la comedia. Lo cierto es que más allá de algunos puntos de conexión narrativos y climáticos con aquellas joyas del legendario neoyorquino, Guasón está íntimamente ligada con el cine de la ultraviolencia que tuvo su mayor auge a comienzos de los '70 a través de exponentes icónicos como La naranja mecánica. Aquella corriente de películas no solo proponía historias salpicadas de escenas explícitamente agresivas, sino que versaba sobre la violencia como núcleo temático. De esta manera, Joker no es solo una anomalía de Hollywood que se atreve a ir por secuencias descarnadas, sino una creación que postula sobre un universo violento que atraviesa los más diversos niveles, que van de lo familiar a lo social, todo atravesado por la codicia del poder político y mediático. Ambientando la acción algunas décadas atrás, Todd Phillips habla del presente de un mundo que se debate entre la destrucción y el autoritarismo.
Es cierto que el dolor crónico del protagonista por momentos está presentado con algunos subrayados y bajo el manto de cierta solemnidad, pero lejos del mero panfleto discursivo, aquí estamos frente a una película de enorme nobleza cinematográfica, donde la excelencia de todos sus rubros artísticos y técnicos se impone sobre la tentación del ejercicio pretencioso. En Guasón no hay pose, hay ferocidad. Un film catártico, oscuro, crítico e hipnótico. Con un enorme Joaquin Phoenix, deslizándose con maestría de la angustia a la explosión, dando en el blanco con una actuación que pendula entre la empatía y la revulsión de la platea.
Esta película freak y rabiosa podría transformarse en la más estimulante bisagra dentro del adormecido panorama de Hollywood. Como siempre, los números determinarán el destino. Después de más de dos décadas haciendo mayormente un cine pochoclo tan inflado como repetitivo, tal vez la gran usina del espectáculo esté lista para una nueva camada de éxitos que tiendan a renovar aquella esperanza con la que tanto soñaron hacedores como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Brian De Palma y Steven Spielberg. Aquel trunco deseo de dar con una producción que concilie el entretenimiento taquillero con la libertad creativa, podría estar en la puerta de la más anhelada revancha.
Joker / Estados Unidos-Canadá / 2019 / 121 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: Todd Phillips / Con: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy