Guasón: la encarnación absoluta del caos
Una película dominada por una extraña perfección a la hora del encuadre y el montaje que denota una gran colaboración entre director y acto.
Da la impresión de que la única forma hoy, en Hollywood, de hacer una película densa y de personajes con una historia compleja es adaptarla a personajes de historieta. Guasón narra el origen del villano arquetípico en el mito de Batman (de hecho, narra un poco también el origen de Batman), pero podría contar solo cómo un tipo con la peor suerte del mundo, un ser destrozado y abandonado por absolutamente todos quienes lo rodean, se transforma en una encarnación absoluta del caos (y, por extensión aunque no sea lo mismo, del Mal).
Eso es lo que sucede en Guasón, una película dominada por una extraña perfección a la hora del encuadre y el montaje que denota una gran colaboración entre director y actor (lo de Joaquin Phoenix puede ser excesivo, pero cuaja perfecto con la película).
El gran mérito de este descenso infinito al infierno interior de un gran personaje consiste en que no haya un solo plano que no nos despierte incomodidad o miedo. En ese sentido, este drama -que carece de hasta la mínima cuota de humor y no porque no pueda sino porque es programáticamente desechado- se acerca más al cine de terror.
Es cierto que homenajea a El rey de la comedia y Taxi Driver, dos de los más grandes films de Scorsese, y que el cine de los setenta es la matriz de la película. Pero importa más la angustia constante y la catarsis final de esta criatura que los ecos de otras ficciones, incluso si tanta tristeza y tanto miedo se huelen algo prefabricados.