El anticipo del estreno de la película de “Guasón” otorgaba al histórico villano de la saga de Batman protagonismo propio, ofreciendo el enésimo spin off sobre el transitado mundo de héroes de historieta que puebla el cine mainstream hollywoodense. Un estilo de películas que no es lo que solía ser hace décadas. Hace algún tiempo, sagas como “Superman” o “Batman” poseían una presencia en pantalla y una contundencia que hoy día no se encuentra, pareciendo que el traje de superhéroe se lo calza cualquiera.
El rejunte de héroes del cómic que ‘súper’ transitan la cartelera por estos tiempos en “The Avengers” y sus infinitas reencarnaciones, parece más un intento taquillero, furioso y desmedido que un proyecto serio, consecuente y acabado. Tan impensado como el desaprovechado talento dramático de Robert Downey Jr. y su reiterativa etiqueta de héroe de acción del cómic, una desproporción gigantesca. Ante semejante panorama, el éxito de esta novedosa apuesta sobre el temible Joker debía sortear más de un prejuicio acerca de su éxito. La chatura que moldea el cine genérico contemporáneo destinado a adolescentes resulta el signo más que evidente para estos héroes desangelados se eternicen en éxitos pasados sin aparente fecha de vencimiento. Pero, cualquier héroe -si bien invencible- sabe con resignación que la taquilla dictamina el pulso de la industria.
Tampoco favorecía los pronósticos el hecho de que, detrás de las cámaras y comandando el proyecto, se encontrara Todd Phillips, un cineasta relacionado a una de las sagas que mejor prefiguran el humor burdo y facilongo sobre el que se estructura el canon de la nueva comedia americana. “¿Qué pasó ayer?” resultó la consabida muestra de que, salvo contadas excepciones -como la vigencia de Woody Allen-, el género americano ha perdido picardía, originalidad y agudeza, situándose en un período plena decadencia y repetición. El caso de la citada trilogía también conocida “Hangover” y su innumerable cantidad de variantes por generación espontánea, demuestran que cuando Hollywood se propone hacer películas de bajísimo vuelo está también a la altura de su propia parodia. Los pergaminos de Phillips también cuentan con la adaptación cinematográfica de la popular serie televisiva setentista “Starsky & Hutch”, estrenada en 2004.
Sin embargo, a no desanimarse ni confundirse: abordando una temática adulta, “Guasón” evita todos los lugares comunes habidos y por haber en el cine de superhéroes del nuevo milenio, al tiempo que el mencionado Phillips renueva credenciales para transformarse en uno de los directores americanos más atractivos y a tener en cuenta. Su nueva criatura resulta una subyugante exploración cinematográfica acerca de la recóndita psiquis humana. Este portentoso estudio psicológico sobre los traumas de un perdedor y anti-social desplazado por el sistema, se convierte, también, un provechoso abordaje sobre síntomas sociales que emergen en el caos político y la anarquía generalizada, espejándose con la cotidianeidad que nos rodea.
Como si fuera poco, ofrece una mirada nada condescendiente con los medios masivos de comunicación y sus nulos valores éticos a la hora de exponer miserias y mezquindades, aquí el humor que más reditúa es el que ridiculiza al más débil y la vida humana se cotizará en valores de rating como en la recordada “Network” (1976), de Sidney Lumet. Despertando simbolismos más que inquietantes y controvertidos sobre sus derivaciones y el impacto de los medios de comunicación, “El Guasón” adquiere una profundidad intelectual poco frecuente en el cine de superhéroes para interpelarnos acerca de la malvada manipulación a la hora de crear héroes para una sociedad necesitada de éstos.
En una Ciudad Gótica violenta y atestada de vandalismo, Phillips disecciona la atormentada mente de un postergado social traumado emocionalmente: anulado en sus vínculos sociales, quebrado el ego en su interior y cubierta su existencia de una tenebrosa oscuridad que erosiona, día a día, cualquier rastro de cordura de su ser, nada tiene que perder. A medida que la locura y las tribulaciones de su conciencia se apoderan de él, su lado malvado emergerá, como contenida respuesta y necesario acto de protección ante las amenazantes criaturas que lo rodean, pertenecientes a un tejido social resquebrajado. Esta metrópoli americana está inmersa en un lodo corrupto que involucra a la clase política y también a una juventud violenta y segregada.
Mientras tanto, pequeñas pinceladas nos recuerdan que estamos en un mundo devastado, que le pertenecerá -en un futuro cercano- al héroe encapuchado: vemos a un joven Bruce Wayne que todavía ni sueña con convertirse en Batman, confrontando cara a cara con su incipiente némesis como excusa argumental para sostener la credibilidad de un dilema familiar con dimensiones de culebrón, quizás el único cabo suelto de todo el metraje. Pero, acaso, el golpe gracia que recibe el más popular de todos los payasos para convertir los restos de su autoestima en una sanguinaria máquina de matar que parece haber probado -y gustado- del goce que le otorga su falta de piedad. Como aquel que devuelve, sin justificar los medios, la injusticia que le fuera perpetrada con alevosía y reiteración.
“Guasón” es una poderosa maquinaria cinematográfica, cuya clave del éxito radica en el centro convergente del presente en sombras trazado: en la piel de un gigantesco Joaquin Pohenix, en la mueca perturbada de Arthur Fleck se vislumbran los dobleces tenebrosos de un ser escindido de su cauce natural. Podemos visibilizar su temblor y su angustia, no obstante ¿comprenderemos su accionar? Allí reside gran parte de su atracción, y el camaleónico hermano mayor de River (quien bajó más de 20 kilos de peso para componer semejante rol) muta hasta cubrirse de lobreguez. Phillips acierta en utilizar angulaciones que aportan notoria profundidad a la gramática cinematográfica y nos convidan de sutiles detalles, si es que estamos atentos a percibir.
A quienes pensaron insuperables los “Joker” compuestos por Jack Nicholson, Jared Leto y Heath Ledger, el bueno de Phoenix los hará cambiar de parecer. Su poderosa interpretación es un viaje hacia el centro de la oscuridad del alma humana y una de las mejores actuaciones en la gran pantalla que se hayan visto en años. Si la catarsis de furia que experimenta el Guasón puede intuirse como un fiel espejo de la sociedad americana convertida en un pandemonio, y donde un villano se convierte en el líder prototipo que guiará a la masa descontrolada.
Citando en el título que precede a esta crítica la referencia intertextual de la recordada película de Ingmar Bergman, resulta interesante el estudio que hace el autor sobre la violencia y su naturaleza, casi instintiva y animal. Esa pulsión que pareciera evolucionar, para que la razón ceda lugar y se apodere el descontrol. Esta hondura filosófica convierte a Phillips en un impensado sociólogo contemporáneo, dictaminando el nacimiento de un villano como respuesta al caldo de cultivo de una violencia que crece de forma endogámica.