Atípica, mugrosa, lumínica. Así es Guasón. Que no incita a la violencia, ni vanagloria o glamoriza a un personaje que se convierte en un asesino, serial o no.
Pelo verde, traje rojo, chaleco amarillo, camisa verde. Arthur Fleck se disfraza, pero todo lo que lleva dentro lo expulsará a borbotones.
¿Qué es Guasón? Una película brutal sobre un personaje que sufre, y sufrió, en carne viva el desprecio, el maltrato, la burla de una sociedad en decadencia. Que es la que muestra el filme de Todd Philips, un aspecto que muchos parecen olvidar, o al menos obviar.
Es un filme angustiante. Crudo. Una de esas películas que golpea de entrada y no deja un minuto para tomar aire.
Iba a decir aire puro, pero en los ambientes de Guasón lo puro está escondido, encubierto cuando no guardado.
Arthur Fleck ansía ser un comediante. Prueba suerte en un stand up, pero no todos entienden su humor. “¿No tendrías que ser gracioso para ser comediante?”, recibe de parte de alguien que debería apoyarlo en vez de inquirirlo. Aquí, la risa no es remedio infalible.
Arthur, que sí tiene un trastorno mental, y sufre una extraña enfermedad por la que se ríe en momentos inoportunos y no puede impedirlo, se gana la vida como un payaso, en distintos eventos o presentaciones. Puede promocionar rebajas de un comercio, o animar cumpleaños infantiles. Se le hace cuesta arriba. Como subir esa empinada escalera en la calle para ir a su hogar.
¿Hogar? Una casa que se habita puede o no ser un hogar. Vive con su madre. Y hay algo oscuro, perturbador en quien ha sufrido bullying ya de pequeño, una historia no muy clara de abusos y de paternidad.
Cuánto de pesadilla hay en Guasón -es una afirmación-, y cuánto de fantasía en la cabeza de Arthur.
“Ya no quiero sentirme tan mal”, dice el protagonista. Ese pedido de ayuda no será escuchado o interpretado por nadie. Ni por la asistente social que lo trata.
“¿Es mi idea o está peor ahí afuera?” La película transcurre en una ciudad en la que el todopoderoso es Thomas Wayne -el padre de Bruce, luego Batman-, quien se postula como alcalde. Pero Guasón no tiene a Batman como contrafigura -OK, hay un guiño al batitubo- . No es una película de superhéroes, sino de un villano, o mejor, de un tipo que terminará siendo vil. Por lo que es, por lo que fue, lo que padeció y por cómo lo que lo rodea influyó en su sensibilidad. En su ser. En sus sentimientos.
Por eso, Guasón seguramente será malinterpretada o incomprendida por quienes busquen una de superhéroes. Guasón no puede incluirse en el universo de DC Comics, por más que su personaje sea el villano más conocido de todos los cómics.
Es un filme que tiene acción, peleas, pero no en el sentido clásico. Es un drama.
Las referencias al cine de Martin Scorsese que marcamos hace unas semanas, son claras y laten en muchos momentos de la proyección. La trama en la que Arthur Fleck, como Travis, se ve metido y donde encuentra una única salida tiene alusiones aunque no citas, porque Philips no homenajea sino que toma prestado, a Taxi Driver y a El rey de la comedia.
O no en vano habrá llamado a Robert De Niro para el personaje del host, el conductor de ese talk show que Arthur tanto admira.
Pero Guasón no sería lo que es si no tuviera a Joaquin Phoenix en el 99% de las tomas. Aquí hay que hablar de interpretación, de composición de un personaje. Y hasta de apropiación. La transformación que va teniendo Arthur impresiona, y Phoenix lo trabaja con el cuerpo, sí, pero miren la expresión de sus ojos.
Con o sin maquillaje, este payaso asusta. Mucho más que el de It, porque éste es un personaje de verdad.