Guasón

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Guasón no se parece a ninguna de las películas se superhéroes de la última década. Ninguna de las realizadas en el mainstream y basada en personajes conocidos. Aunque hubo varios intentos de un cine más adulto, ninguno se atrevió a llegar al corazón de uno de los personajes más populares que existen: The Joker. Claro que en un sentido estricto no se trata de un film de Batman, pero sí de su universo y con Bruce Wayne como personaje secundario. Al centrarse en el villano la libertad para plantear un mundo oscuro se vuelve más aceptable, aunque hay que repetir que no se trata de un film de superhéroes parecido a lo que hoy está de moda.

Quienes se hayan criado viendo los films de Marvel y su inagotable y agotador universo cinematográfico, Joker puede ser un golpe en la mandíbula. Este impacto puede producir que la película se convierta en la película favorita de toda una generación o que sea odiada de forma absoluta. Posiblemente logre un poco de ambas cosas. Pero todo esto es para reforzar la idea de que las búsquedas de este film son más cercanas al cine de los setenta que al del siglo XXI.

Dejemos de lado por un momento a Batman y todo lo que sabemos de él y de DC Comics. Dejemos descansar al incomparable César Romero, al burtoniano Jack Nicholson y al memorable Heath Ledger. Y no por capricho, sino porque esta película se podría haber llamado de otra manera y poco y nada nos hubiera hecho reconocer al personaje del Guasón. Aunque hay muchas pistas de narrativa contemporánea, en muchos aspectos la película, por ambientación y estética, parece filmada en la época en la que transcurre. No solo por ser una relectura de Taxi Driver (1976) y El rey de la comedia (1982) de Martin Scorsese, sino también por su herencia de El vengador anónimo, Tarde de perros, Network, Los guerreros y tantos otros títulos del cine norteamericano de los setenta y principio de los ochenta. El remate de citas es que la familia del joven Bruce Wayne sale del cine de ver La última locura del zorro (Zorro: The Gay Blade, 1981) del gran Peter Medak. Sabemos que el personaje del Zorro es el origen del personaje Batman. Una pequeña cita para el nacimiento del más grande de los héroes del comic.

Pero las citas no hacen el cine. Guasón no cita a Taxi Driver y El rey de la comedia. Guasón sostiene todo su mundo en esos dos títulos. Sin esos dos títulos la película no existiría, de hecho no tiene grandes ideas propias, solo construye a partir de las ideas de esos dos films. Robert De Niro ahora en lugar de ser el payaso que persigue a la estrella en El rey de la comedia se ha convertido en el personaje que allí interpretaba Jerry Lewis. La historia de amor también parece calcada y así las conexiones son muchas. No está prohibido hacer eso si luego se llega a algo y Guasón elige su propio camino en algún momento. Otras tantas escenas, aunque menos, provienen directamente de Taxi Driver. Pero como un mérito inesperado Guasón reivindica a El rey de la comedia, uno de los mejores films de la historia del cine y posiblemente mucho menos conocida que el resto de la filmografía de Martin Scorsese.

Todd Philips, director de comedias de dudosa calidad, aunque indudable efectividad, se lanza aquí a un trabajo de reconstrucción de clásicos como lo han hecho otros grandes cineastas de la historia del cine, incluyendo en algunos aspectos al propio Scorsese, o Brian De Palma, Quentin Tarantino y otros tantos. La historia busca explicar –tal vez en exceso- el origen de todos los traumas, abusos y violencia que han llevado a Arthur Fleck a un camino de locura ya comenzado antes de la cronología del film, pero que estalla a lo largo de la trama. Este Guasón no es un bromista, sino un stand-up fracasado, un payaso que acepta changas y golpea una y otra vez contra un mundo hostil y violento. Fleck no tiene sentido del humor como tampoco tiene una noción clara de la realidad. No entiende los chistes, no comprende muy bien lo que pasa, su risa es una mueca monstruosa y molesta, no una risa feliz o inteligente. Este personaje psiquiátrico se desarrolla a lo largo del largometraje y la narración coquetea con su mente enferma y la realidad a la hora de representar a Fleck. Pero Todd Philips se equivoca –o nos manipula- en algunas escenas donde el ingenio, una canción entradora y una puesta en escena linda nos llevan más a una mirada banal de lo que pasa que a la oscura construcción del personaje que tanto ha intentado mostrarnos. Su conexión chaplinesca es tan forzada como falsa, dicho sea de paso.

Pero a Guasón no le falta potencia. Aunque es despareja e incoherente, aunque cambia de discurso y finalmente no tiene ninguno, lo cierto es que logra algunas buenas escenas, filmadas con un estilo clásico y seco, como se filmaba en la época donde transcurre la historia. El protagonista Joaquin Phoenix juega con sus propios límites, pasando de ser insoportable, pretencioso y sobreactuado a conseguir instantes genuinos y profundos. Su personaje es patético y al actor le queda el rol, aunque no pueda dominarlo el director.

Si volvemos al comienzo y comparamos a este título para público adulto con las interminables sagas marvelianas, sin duda Guasón cae del lado del cine. No es una obra maestra, no es perfecta, pero busca el camino del cine. Ojalá no la destrocen con la lógica de las secuelas, esperemos que brille como una película única, sin exprimir sus méritos hasta romperlos. Y si acaso su único legado es que volvamos a hablar de El rey de la comedia (The King of Comedy, 1982) de Martin Scorsese con Robert De Niro y Jerry Lewis, entonces también habrá valido la pena. Cine vinculado con el cine, películas que pueden conversar entre sí, historias de un arte que no ha muerto.