“Güelcom”: comedia liviana y entretenida
Se pasa un rato amable con esta comedia romántica hecha, precisamente, sin más pretensiones que la de hacerle pasar un rato amable a su público, lo que parece cosa fácil y menor, pero pocos lo consiguen, sobre todo cuando ese público ya se conoce casi todas las recetas del género. Por suerte, el asunto está hilvanado con argentina originalidad y buena dinámica, amén de intérpretes adecuados para la ocasión. Se le puede reprochar liviandad y largo empleo de clisés, pero seguramente otros verán en eso mismo elegante ligereza y buen empleo de clisés, y saldrán contentos. Para ellos (más bien «para ellas») va dirigida la comedia, y punto.
En ella, el protagonista va narrando su historia, a veces a los espectadores y otras a un psicólogo, mientras expone sobre «argentinos que se van del país». Es que él se quedó, y su ex pareja se fue a buscar otros horizontes, lo mismo que una pareja de amigos. El es un joven psicólogo asediado por una linda paciente. Ella, la ex, se fue para trabajar de experta cocinera, pero lo que mejor cocinó fue el noviazgo con un petiso que gana en euros (encima ahora vuelve con ese sujeto). En cuanto a la pareja amiga, ni recordamos qué profesión tenía, porque en el extranjero aceptó otra que acá jamás tendría en cuenta. Se suma a toda esta gente otra pareja que no planea irse ni agrandarse, pero lleva una planificación a la argentina. Y hay algunos más, en plan de amigos, clientes o asesores. Todos ellos se terminarán cruzando en una linda fiesta de casamiento, que no es la de los protagonistas (a no afligirse, la película no ha terminado).
Protagonistas, Mariano Martínez (que desde «NS/NC» no filmaba una romántica) y Eugenia Tobal (su esposa en la vida real). En plan de amigos, Peto Menahem, Maju Lozano, Eugenia Guerty, Gonzalo Suárez, Paula Morales. En plan de levante, Agustina Córdova, la paciente de marras. Y con ganas de casarse, Chema Tena, donostiarra de origen, hoy afincado en Buenos Aires. Dignos de cartel francés, Gustavo Garzón, como un psiquiatra que se las sabe todas, y Nicolás Condito, haciendo un rolinga en plan de recuperación. Autor, el debutante Yago Blanco, que tiene una historia sentimental inédita, «Los domingos son para dormir», sobre amigos veinteañeros, cada uno con sus sueños. Párrafo aparte, el lugar donde se filmó la última toma. Parece una ciudad sobre la costa del Mediterráneo. Es Piriápolis, acá nomás, sobre el Mar Dulce. En resumen, está bien hecha y se pasa el rato.