ABUELOS MORTALES
En este tipo de películas que apuntan a una historia de humor simple que se apoya en la química entre sus protagonistas y son de corte familiar, hay una base de éxito que siempre está asegurada aunque algo salga mal. Esto ya se veía desde películas como la clásica Vacaciones con Chevy Chase y sus secuelas, o toda película con familias disfuncionales y en época navideña que se les ocurra, pasando por cosas como El regalo prometido con un Arnold Schwarzenegger que sorprendía por esos años como versátil comediante, más allá de su éxito en el cine de acción.
Hoy tenemos otra clase de comedias familiares, aquellas que, de la mano de gente como Will Ferrell, apuestan a la incorrección política y a los mensajes un tanto ambiguos, algo que se agradece, dados los tiempos que corren en el que pareciera que todos debemos medir con mucho cuidado las palabras en el ámbito que nos toque expresarnos. Y para eso, qué mejor que traer al loco más loco fuera y dentro del set como lo es Mel Gibson, un talentoso que no deja de sembrar dudas sobre su poca tolerancia y posición marcadamente xenófoba en su vida personal. Si además contamos con un versátil John Lithgow componiendo al perfecto padre de Ferrell, estamos en presencia de algo que difícilmente pueda fallar. Claro que podría, hemos visto bodrios infumables de la mano de directores prestigiosos por falta de timing en los diálogos o baches en los guiones, pero no es el caso, Guerra de papás 2 funciona en todos los niveles en los que se la analice.
La historia comienza con la ya conocida y por fin edulcorada relación entre el sensible Brad y el sexy Dusty (Ferrel y Wahlberg, respectivamente) al tiempo que comparten las familias de sus hijos y sendos matrimonios con Sara y Karen (Linda Cardellini y Alessandra Ambrosio), lo cual transcurre en una curiosa armonía y sólo es puesta en riesgo por los pequeños conflictos de niñez y preadolescencia de sus críos. Al menos hasta que, en vísperas de Navidad, hace su aparición el padre de Dusty, Kurt (Gibson) con quien desde hace años tiene una relación distante, y que una vez llegado, pretende pasar la navidad con ellos. Y esto no hace más que ponerse aún más extraño cuando llega a unírseles el padre de Brad, Don (Lithgow), que es mucho más sensible que su hijo y lo demuestra a cada instante en que se muestra a punto de quebrar en llanto. Al ver toda esta bizarra situación, Kurt, sin de haber dejado de ser el padre insensible, incorrecto y mujeriego que su hijo recordaba, propone unas mini vacaciones a un centro turístico para pasar las navidades. Brad y Dusty se oponen pero nada pueden hacer para impedirlo frente al entusiasmo de los niños, por lo cual se ponen en marcha.
A partir de allí todos son cruces entre los disímiles personajes, intentos de conciliación y accidentes físicos a pura torpeza. Nada original, nada que nos haga pensar que estamos en presencia de algo que nos quedará en las retinas, pero está tan a punto en los ritmos y tan bien aprovechado el potencial de cada actor, que se disfruta más que muchos otros productos del estilo. Porque Will Ferrell hace lo que hace siempre y nadie espera otra cosa, lo mismo Gibson o Wahlberg, quizás el único que exhiba matices con solvencia sea Lithgow, componiendo un personaje que nos convence de entrada sobre su parentesco con el de Ferrell.
Se agradecen también la ausencia de recursos escatológicos, que si bien se entiende que sean menos en una producción que apunta a la familia, no se convierten en un elemento necesario, algo que en lo personal me satura bastante. En cambio sí hay grandes actuaciones infantiles como la del pequeño Owen Vaccaro que juega perfecto su rol de pre-adolescente en medio de su despertar sexual y que lucha con las frustraciones de las miradas externas ante cada acción que se presenta en su vida. Claro que es obvio el tipo de orientación y consejos que recibirá de uno y otro lado, que no harán más que confundirlo, lograr reacciones temerarias pero por sobre todo, carcajadas genuinas.
Uso y abuso de armas por parte de grande y chicos, apología del hurto, incesto y varios tópicos polémicos se desarrollan en el film, con conclusiones que tal vez no conformen a los más progresistas o conservadores, pero logran mantener la chispa de la comedia pura, viva durante todo el metraje.
Guerra de papás 2 se ubica por encima de su predecesora, porque la apuesta es más alta y no deja de ganar en proporción, porque Sean Anders (Guerra de papás, Quiero matar a mi jefe 2) es un guionista y director que entiende cómo romper códigos y a la vez respetar recetas sin quedar mal parado y porque Will Ferrell no se transforma en el odioso comediante que hace girar todo en derredor a su personaje sino que juega a compartir el arte que mejor maneja, el de hacer reír.