Rescata la buena comedia estadounidense con su humor rápido y efectivo
Rara esta ocasión en la que desde el título y el afiche pueden suponerse muchas cosas respecto del estado de la comedia norteamericana, incluso con algún preconcepto, pero que en definitiva termina siendo mucho más de lo que se evidencia a primera vista.
En “Guerra de papás”, Brad (Will Ferrell) es un hombre casado con Sara (Linda Cardellini), la ex de Dusty (Mark Wahlberg), quien dejó a su mujer e hijos para irse de aventuras por el mundo. Ahora debe “enfrentarse” al regreso de éste último para competir (si se puede usar este término) por ser una mejor imagen paterna para los dos chiquitos que claramente la necesitan.
Con esta premisa, Sean Anders aborda una película asentada en la base de un humor rápido y efectivo. Escrito para hacer reír, pero no necesariamente forzado, gracias a la instalación de un verosímil sólido que hace aceptable cualquier situación. Una tarea bastante difícil por la facilidad con la que se puede caer en la exacerbación de la obviedad. El director va por lo seguro: primero, presentar los personajes en forma contundente, en especial Brad, sobre quien recae el eje dramático, y segundo, establecer algunos cuadros de situaciones que funcionan como microsituaciones que se resuelven en el momento en lugar de estirarlas hasta el agotamiento.
Podría parecer una Buddy movie, pero es interesante ver como hace para revertir la fórmula: estos antagonistas no están unidos por una causa, sino por una consecuencia común, que son los chicos. Brad ama ser padre y lo tiene como objetivo primordial porque es estéril. No puede tener hijos propios. Dusty, en cambio, podría tener todos los que quiere dada su virilidad de macho alfa, pero abandonó su rol de jefe de familia. Uno no puede y el otro no quiere. En el medio están ellos como víctimas de los errores adultos. En ningún momento estamos frente a situaciones incómodas porque el guión nunca abandona la idea de la comedia, pero a la vez la forma elegida combina muy bien los gags propiamente dichos, con la idea central de la responsabilidad de ser padre.
El fuerte en “Guerra de papás” es la construcción de los dos personajes centrales. Brad es la devoción obsesiva por valores como la armonía social, actitud pacífica, la no confrontación, el diálogo y la comprensión apoyada en la paciencia. Dusty es recio, tosco. Un hombre hecho de puro físico y con pocas luces para el razonamiento. El macho alfa en su más pura expresión contemporánea. Cada uno con su discurso intenta la empatía con los chicos que denota la exacerbación del ego por sobre los verdaderos e importantes intereses. En este sentido, la actitud casi pasiva de la madre, aporta otra aguda observación sobre el rol de la mujer en todo esto, pero insistimos: Es una comedia y no reniega de serlo, al contrario, redobla la apuesta con diálogos y situaciones herederas de la impronta de la revista “Mad” o de la vieja y querida “National Lampoon” (la de aquellas comedias con Chevy Chase y compañía).
Hay momentos realmente desopilantes, de carcajada limpia, como la secuencia del juego de básquet, o el intento de Brad por volver a usar su patineta. Todos los elementos que se van mostrando aportan al chiste y al remate. El guión de Brian Burns, Sean Anders y John Morris remite a rutinas de humor re escritas la suficiente cantidad de veces como para asegurar el funcionamiento. Tal vez el análisis no debería ser tan pormenorizado y la definición sea bastante sencilla. Más allá de las lecturas que puedan hacerse, “Guerra de papás” es para matarse de risa.