Guerra de Papás, una nueva comedia de Will Farrel.
Una familia entra en crisis cuando reaparece el padre de los niños en la vida de un matrimonio ensamblado.
Comedia de opuestos, de padre biológico macho- alfa versus padrastro buenazo que hace lo imposible para conquistar el corazón de los niños. La llegada del primero (no se sabe bien a que se dedica, pero en la llamada de teléfono para anunciar su llegada se escuchan tiros de fondo) pone las cosas patas para arriba. Sobre todo en lo referente al esfuerzo que viene haciendo el padrastro, directivo de una radio, para la integración de la familia. Lo siguiente al arribo será una guerra no declarada, con la madre y los hijos sufriendo los daños colaterales.
El guión de John Morris, Sean Anders y Brian Burns golpea los cimientos de la familia americana con situaciones de incorrección y diálogos mordaces a los que suman gags físicos como el incidente con la moto y la electrocución en la pista de skate, que parecen remitir al Coyote y el Correcaminos.
Guerra de papás es una comedia que pendula entre ser moralizante o políticamente incorrecta al satirizar situaciones de comedia blanca con condimentos picantes. A la familia idílica amenazada endogámicante se le suma un entorno de personajes satélites que tampoco ayudan a volver a los causes normales.
En ese sentido intercala secundarios con intervenciones brillantes: el dueño de la radio, Tomas Haden Church, con aires de ganador, al que sus múltiples esposas han engañado sistemáticamente; Hannibal Bures, el albañil despedido que termina viviendo en la casa de la familia como un miembro mas y Bobby Cannevale, como el médico especialista en fertilización, que lleva a cabo una de las escenas con referencias sexuales de trazo mas grueso. Escena que demuestra que esta no es una comedia familiar (o en todo caso, si se la ve con niños, se quedaran afuera de los mejores chistes). ¡Prestar atención a cuando se menciona a Patrick Stewart!
Otro hallazgo del guión es el cuento que le relatan ambos padres a los hijos antes de ir a dormir, que todo el tiempo es reformulado e intervenido.
Por el lado del dúo protagónico, la química funciona. Will Ferrell y Mark Wahlberg transitan un borde con contención sin desbarrancar nunca, al encajar perfectamente en el arquetipo del grandote bueno y el musculoso canchero que siempre cae bien.
Sorprende gratamente dejar de lado los prejuicios de estar en presencia de una tonta comedia de verano más, que sin llegar a ser perfecta, acumula muchos logros por aportar una mirada algo corrosiva a la típica familia americana. Eso es Guerra de Papás