Sinceramente, a veces me pregunto para qué adquieren los derechos sobre una obra si después terminan escribiendo una cosa totalmente diferente. En muchos casos debe tratarse de una estrategia destinada a prevenir posibles juicios por parte del autor de una obra, ya que alguna idea perdida de su novela o cuento puede aparecer reciclada en el texto de alguna película de éxito (lo cual desencadenaría la furia de una horda de voraces abogados; cosas así le han pasado a James Cameron con Terminator, chanchullo que terminó de solucionar al ponerle una montaña de plata (de su bolsillo) a Harlan Ellison, autor original de un cuento en el cual Cameron "supuestamente" se inspiró para crear la historia del androide asesino que viaja en el tiempo... para no decir que se afanó toda la idea.). En otros casos es porque prefieren escrachar en primer plano al nombre del novelista como argumento de venta, aunque después el texto termine siendo masacrado. Casos de estos hay de todo tipo y color, siendo el que mejor recuerde el de La Espía que me Amó de Ian Fleming, una novela en donde James Bond se enfrentaba a mano desnuda a un par de matones de la mafia en un motel perdido en las carreteras norteamericanas, y que después terminó mutando (gracias al delirio de Christopher Wood) en una superproducción elefantiásica con submarinos misilisticos, intrigas internacionales, y asesinos gigantes dotados de dentadura de acero. Pero hay millones de casos, como cuentos de un puñado de hojas adaptados al formato de largometraje (¿alguien dijo El Hobbit?), o seudo manuales convertidos en sendas e intrincadas historias que son un prodigio de creatividad... eso sin contar casos como el de Piratas del Caribe, en donde sólo tomaron el título de un juego de feria y construyeron toda una franquicia a partir de eso.
Guerra Mundial Z entra dentro de esa categoría de adaptaciones delirantes y obscenamente exageradas, creadas a partir de un original que tiene poco y nada que ver con la historia plasmada en la pantalla. El libro era la segunda entrega de una saga creada por Max Brooks - el hijo de Mel Brooks y Anne Bancroft, y devenido en novelista de éxito -, la cual había comenzado en el 2003 con La Guía de Sobrevivencia Zombie. Más que una novela, era una especie de manual escrito en tono de broma sobre lo que uno debía saber para sobrevivir en el caso que los zombies infestaran toda la faz del planeta, desde cómo elaborar improvisadas armas hasta cómo se desparramaba la infección del virus zombie, o cómo levantar barricadas para fortificar una casa ante un eventual asedio de una horda de muertos vivientes. A The Zombie Survival Guide le siguió Guerra Mundial Z (2006), en donde un anónimo narrador - un investigador de la ONU - recogía testimonios de cómo se había explotado la pandemia zombie en todo el planeta, y cómo habían reaccionado los gobiernos de todo el mundo para enfrentar la amenaza. En si Guerra Mundial Z funcionaba de manera similar a los textos de historia alternativa de Harry Turtledove; Max Brooks armaba un gigantesco escenario internacional, la trama saltaba de un punto a otro del globo, y el tipo desarrollaba contextos posibles - qué pasaría si...? - , satirizando la limitada mentalidad característica de cada nación y país - lo cual no dejaba de ser una versión a gran escala del uso alegórico que George Romero siempre ha hecho de los muertos vivientes -. Por ejemplo, cómo los sudafricanos habían revivido el apartheid, y armaban ghettos sobrepoblados de morenos, los cuales funcionaban como carnada viva para que se entretuvieran los zombies mientras los blancos supremacistas construían fortalezas inexpugnables para su uso exclusivo; como Pakistán e Irán se enfrascaban en una guerra nuclear luego de reprocharse agriamente los desplazamientos masivos de refugiados (los cuales huían de la amenaza zombie a través de sus fronteras); o como los gobiernos comunistas de Cuba y China eran volteados por revueltas populares a causa de su falta de control sobre la plaga, terminando en novísimas democracias. Oh, sí, la historia tenía menos que ver con los zombies que con las idiosincracias nacionales, y con la critica despiadada hacia la burocracia intrínseca de cada tipo de gobierno. Ni siquiera los Estados Unidos salían bien parados, ya que los tipos primero se encerraban y le negaban asistencia al resto del mundo - confiados en la capacidad de defensa provista por su avanzada tecnología y desciplinada fuerza militar -... sólo para terminar desplomándose bajo el avance inevitable de una epidemia imparable.
Que tradujeran todo esto en una aventura global protagonizada por un solo tipo, puede ser un prodigio de creatividad o un sacrilegio de considerables proporciones. Dudo mucho que la versión de la pantalla satisfaga a los fans del libro pero, por otro lado, los neófitos sobre el tema terminamos complacidos. Eso no quita que la historia tenga varios problemas importantes y tenga muchisimo menos substancia de lo que uno imagina, pero al menos el estilo visual de Marc Foster termina triunfando sobre las limitaciones de la trama, y termina generando un puñado de escenas memorables. Uno podría resumir todo el filme diciendo que se trata de una trama flojita y aceptable, plagada de secuencias de destruccion masiva coreografiadas de manera notable. En todo caso, quiten a Marc Foster y verán como Guerra Mundial Z carece de algo siquiera pasable.
En realidad la gran innovación de Guerra Mundial Z es mostrar zombies digitales... toneladas de ellos que arrasan todo a su paso como si fueran una avalancha de lemmings enfurecidos. La masa de muertos vivientes apunta a una dirección, y sale disparada, apiñándose como si fuera una tonelada de roedores pisotéandose al huir de un incendio. Los zombies se trepan por los costados de rascacielos y de monumentales muros, arrasan coches y camiones a su paso, y terminan actuando como si fuera una especie de tsunami formado por cuerpos humanos. Mientras que ello es espectacular, por otra parte semejante show no termina en la carnicería que correspondería - por naturaleza - a una película de zombies. No vemos sangre, ni siquiera a un zombie arrancándole un brazo o mordiéndole el cerebro a algun desprevenido. Debido a bajarle la calificación para apta menores 13 años, Guerra Mundial Z es mucho más aséptica de lo que uno podría imaginar y por ello pierde efectividad.
La historia es floja. Es muy abreviada, y sólo sirve de excusa muy traída de los pelos para que Brad Pitt viaje de una punta a otra del globo - intentando imitar el tono cosmopolita del texto original -. El tipo llega a algún lado, hace cinco minutos de investigación, y se va al otro lado del mundo siguiendo un rumor - lo del chisme que le pasa el agente de la CIA en Corea del Sur es absurdo; incluso Brad Pitt podría haberse ahorrado todo el sacrificado viaje hasta Israel, tomando la radio e interrogando al jefe del Mossad sin mover un pelo -. Por otra parte el libreto decide salirse de sus carriles en el tercer acto. Son bastante conocidos los problemas de gestación que sufrió el filme - pasó por muchos libretistas, e incluso todo el tercer acto fue filmado de nuevo, simplemente porque rodaron una primera versión con Brad Pitt peleando contra los zombies en la Plaza Roja, y situando los origenes de la plaga en Rusia... algo que los popes del estudio hicieron cambiar a las apuradas ya que los rusos representan un mercado jugoso y no hay que ofenderlos (algo parecido al manoseo que sufrió la versión 2012 de Amanecer Rojo, que trocaron a último momento la identidad de los invasores chinos por los de los norcoreanos, transformando una película pasable en algo risible) -, pero aquí deciden abandonar la búsqueda del paciente cero y se van por la tangente con un remate minimalista en un laboratorio infestado de zombies, y con una solución de último momento que no resuelve nada sino que es un emparche. Nuevamente Marc Foster salva las papas del fuego y recarga las cosas de tensión; pero la conclusión de la historia no es ni por asomo satisfactoria. Es como el final de El Imperio Contraataca: algo rebanado e inconcluso - como dice Berardinelli, "la historia simplemente se detiene" -, lo que obliga a esperar una inevitable secuela para poder ver algún climax que redondee la historia.
Aún con todo, Guerra Mundial Z me gustó. Tiene sus detalles pero cuando los zombies entran en acción, son impresionantes e intimidantes. Un mejor tercer acto y algo más de sangría lo hubieran convertido en un clásico; y aún siendo una obra fallada no deja de ser efectiva - aunque sea por momentos -, ya que tiene un director formidable que la sabe sacar a flote y disfraza como ninguno los defectos de un libreto emparchado. Y, como todo, habrá que hacerse de paciencia hasta ver materializada la inevitable secuela, la cual será mucho satisfactoria como obra que el filme que ahora nos ocupa.