Con su extraña condición de film de zombie a lo James Bond, Guerra mundial Z triunfa por sobre cualquier reparo, sumando a los inevitables toques –o más que eso- de una larga lista de películas del subgénero, el marco de pieza apocalíptica, tan en boga en el cine fantástico de los últimos tiempos. La referencia a 007 no resulta caprichosa ya que su director Marc Foster, responsable de un exitoso film del agente inglés, Quantum of Solace, presenta en este film a una suerte de Bond desaliñado que se desplaza desesperadamente por el mundo de busca de una cura para la epidemia, a través de Brad Pitt como un ex agente de las Naciones Unidas llamado Gerry Lane. Ya no será por balnearios top de Europa sino por un oscuro hangar de Corea o una pertrechada Jerusalén y ya no conquistando espléndidas féminas sino tan sólo una fornida soldado israelí que tiene lo suyo, y con la que conformará una alianza inquebrantable.
Sacando los clásicos films de Romero en los que los zombies tienen otros comportamientos, hay influencias notorias del Exterminio de Danny Boyle y de El amanecer de los muertos, del actual supermaniano Zack Snyder y también conceptos claramente extraídos de Soy leyenda y de la poco apreciada Contagio de
Steven Soderbergh. Sea como fuere, esta guerra es trepidante, espectacular, saca el aliento desde el primer hasta el último fotograma, y ofrece, además de sus impactantes y terroríficas escenas de masas, pasajes de enfrentamientos más íntimos en el último segmento, que resultan aún más inquietantes. Estos matices vuelven a demostrar la versatilidad y el talento de Foster, logrando con el sólido Pitt un tándem inmejorable. Con saga en puerta.