Cuando Ben Stiller estrenaba allá por el 2008 esa excelente comedia titulada “Tropic Thunder” además de regalarnos un producto que era garantía de risas y carcajadas nos estaba ofreciendo un retrato perfecto de lo cruda y absurda que puede ser la industria cinematográfica hollywoodense.
Trabajando sobre un guión (también basado en un libro) un realizador novato tenía que filmar una superproducción con un grupo de estrellas, un abultado presupuesto y soportando la presión no solo del creador de la historia sino también de los ambiciosos productores.
El resultado era desastroso y al final la verdadera película que salía de semejante producción era un documental que retrataba las idas y vueltas de intentar filmar esa hazaña.
Yo creo fervientemente que si dentro de unos años se filmara un documental sobre como se hizo “Guerra Mundial Z” de Marc Forster estaríamos en presencia de un producto mucho más interesante, profundo y reflexivo que la película en sí misma.
Sin embargo hay que remitirse a los hechos, que paradójicamente ofrecen dos realidades y una sola verdad: Ni esta adaptación es la mejor que puede hacerse con el gran material escrito por Max Brooks, ni tampoco es el peor de los desastres cinematográficos de los últimos tiempos que nos vendía la prensa desde hace un tiempo sino que, al contrario, es una película decente que cumple su prometido de entretener al público de principio a fin.
Partiendo de la base de que la película se trata de una de las primeras superproducciones cinematográficas que se realizan con zombies y que por esa razón contó con un presupuesto cercano a los 200 millones de dólares y de un elenco encabezado por Brad Pitt, “Guerra Mundial Z” cumple todos los requisitos necesarios para convertirse en un blockbuster cuyo único objetivo es convertir sus dos horas de duración en una montaña rusa casi apta para todo público.
Con un ritmo frenético, grandes efectos especiales, correcta banda sonora (Marco Beltrami y Muse) y un guión dinámico que esquiva los conflictos interesantes y se centra exclusivamente en la acción, “Guerra Mundial Z” es entretenimiento garantizado a costa de remplazar algunos de los aspectos más característicos del cine zombie clásico (el gore, el drama, la desolación y la desesperación ante el inminente fin del mundo) por otros más pochocleros y familiares.
Desde el minuto uno de esta película, pese a unos títulos que intentan sembrar el caos y el desorden a través de imágenes de desastres naturales (musicalizados por Muse), sabemos que Gerry Lane (un sólido y solitario Brad Pitt) hará lo imposible por detener el holocausto de los muertos vivos que amenaza a su familia. Aunque eso signifique recorrer todo el mundo buscando la forma idónea de solucionar el problema.
Es decir que quizás los fanáticos más fervientes de estos personajes se encuentren con una de las pocas películas de este subgénero que tiene un fuerte mensaje de “esperanza” y deja de lado la negatividad del asunto, como así también su cara más violenta y políticamente incorrecta.
Si hay algo que también se puede rescatar del trabajo de Forster es que pese a sus toneladas de acción y escenas aéreas espectaculares que te sumergen en el caos, la cámara siempre sigue a los personajes que buscan una salida concreta y solida al extraño brote del virus que resucita a los muertos y no aquellos que caen en la resignación o en las salidas fáciles basadas en el uso de la violencia.
Entre los primeros está el personaje interpretado por Pitt, que a medida que avanza el metraje se consolida no solo como el tipo con más suerte del mundo, sino también como el único que realmente toma conciencia de que lo que está sucediendo es solo una cara de una situación que puede volverse cada vez peor.
Por eso está dispuesto a superar un sinfín de obstáculos que a más de uno dejarían al borde del infarto y finalizar su epopeya con uno de los chivos más evidentes que dio el cine comercial en los últimos años.
En definitiva, “Guerra Mundial Z” es una entretenida y decente película de zombies, que adapta el subgénero a un mercado más amplio y numeroso, sin dejar de ser un producto en donde la atracción principal pasa por el vértigo, la adrenalina y terror que nos trasmite ver reflejada la cercanía del fin de los tiempos.