A los muertos vivos les llegó la hora, tomó su tiempo pero cruzaron la puerta grande. El mainstream hollywoodense suele nutrirse para el terror de ideas “prestadas” del cine clase B, real origen del género; los subgéneros nacen en películas chicas, “independientes” y cuando los grandes estudios ven el filón adaptan esas mismas historias con más parafernalia, grandilocuencia, y lavando todo el material hasta dejarlo apto para todo consumo.
Sucedió con el slasher, con el más puro gore, con las casas embrujadas, con los documentales falsos, y recién ahora a 45 años del estreno de "La noche de los muertos vivos" le tocó el turno a los zombis de una superproducción. El resultado, como era de esperarse, cumple con todas las reglas antes enumeradas.
Lo cierto es que, basada en el best seller de Max Brooks, lo que se prometía era una suerte de vuelta de tuerca al subgénero de zombis, con un argumento algo más complejo y mucha producción en grandes efectos; vamos por partes.
La historia comienza a todo ritmo y pulsión de nervios con la clásica secuencia de títulos que mezcla imágenes mediáticas que anuncian un colapso mundial a causa de una pandemia; en ese contexto aparece nuestro protagonista, Gerry Lane (Brad Pitt, demostrando que es incapaz de despeinarse o aparecer desmaquillado aunque sea una escena) un ex investigador de la ONU, retirado, que ahora cumple la única labor de padre de dos niñas y marido.
El virus se expande descontroladamente, la población humana comienza a desaparecer, se pierden ciudades enteras, y se desconoce cuál es su origen (lo cual tampoco parece importar mucho en el relato). Ante semejante caos, el Secretario de la ONU recurre a Lane casi como única y última esperanza para que acompañe a un grupo formado, en primer lugar, por un científico y militares a Corea en busca de una posible explicación y una cura; de mientras su familia aguardará intranquilamente en un bunker proporcionado por la organización.
Lo que sigue es lo (aún más) obvio, Lane y los suyos – los que vayan quedando – y los que se sumen recorrerán el mundo siguiendo variadas pistas y enfrentándose a zombis más similares a los de Resident Evil que a los de George Romero.
Lo primero que podemos decir es que el argumento no es tan complejo como aparentaba, hay pequeñas subtramas de conflictos gubernamentales entre los países, pero todo es mirado con simpleza y con el clásico lente patriota. Por otro lado, la película tiene una construcción simple y directa, y eso termina ayudándola.
"Guerra Mundial Z" puede no ser grandiosa, pero sí es un film entretenido y llevadero; claro, no esperen el gore y el delirio de una producción “más libre”, acá eso está lavado, y Marc Forster demostró ya ser un buen director de dramas, pero no ser tan ducho en escenas de acción, lo cual se disimula con buenos rubros técnicos y una fotografía simple pero cuidada, acompañada de una ajustada banda sonora tecnificada.
Pitt es el protagonista absoluto, el héroe, y cumple. A la bellísima y telentosa Mireille Enos se la lamenta por sus pocos minutos en pantallas, pero le alcanzan para mostrar ductilidad.
Podemos decir que "World War Z" es la película que los zombis necesitan para ser Clase A, no tiene los mensajes de Romero, el delirio berreta de Resident Evil, la gracia de Dan O’Bannon, ni el glorioso gore de Lucio Fulci; pero atrapa, entretiene y no decae, no se puede pedir más de un típico producto alla Hollywood.