Deja ir a la chica
De la “Escuela de Cine Luc Besson para Franceses Cinéfilos” llega The Gunman: El objetivo (The Gunman, 2015), otra historia sobre un curtido vaquero americano suelto en Europa, con Sean Penn en el papel típicamente reservado para ciudadanos de la tercera edad como Liam Neeson o Kevin Costner. Hay un poco de cotillón político acerca de la explotación del Congo, sin duda insertado para complacer a Penn (quien recibe crédito como productor y guionista), pero resulta irrelevante a la trama, la cual podría ser resumida – para bien o mal – como “Identidad desconocida (The Bourne Identity, 2002) mezclado con Búsqueda implacable (Taken, 2008)”.
La progenie de Luc Besson consiste de Pierre Morel, Olivier Megaton y Louis Leterrier, tres mosqueteros que han compartido la dirección de las películas de Búsqueda implacable y El transportador (The Transporter) y son igual de competentes a la hora de manufacturar películas de acción marca Besson. Morel (director de Búsqueda implacable) es el conductor designado en este caso, y su punto de partida es la novela homónima del Robert Ludlum francés Jean-Patrick Manchette.
El vaquero de turno es Jim Terrier (Sean Penn), un mercenario en la República Democrática del Congo cuya relativa paz se ve interrumpida cuando su colega Felix (Javier Bardem) le ordena asesinar al Ministro de Minería. Al hacerlo, Terrier se ve obligado a exiliarse del continente, dejando detrás y sin explicación a la mujer que ama (Jasmine Trinca) a la merced de su rival sentimental – ni más ni menos que el mismo Felix.
Años más tarde, Terrier se encuentra de nuevo en el Congo, de nuevo viviendo en relativa paz, y de nuevo el objeto de una cacería humana. Luego de sobrevivir un intento de asesinato, nuestro héroe entra en modo Jason Bourne y viaja a Inglaterra y España, donde se pone en contacto con viejos compañeros de guerra (Mark Rylance, Ray Winstone y el propio Bardem) y comienza a desenhebrar una trama de corrupción y encubrimiento. Idris Elba tiene un pequeño y desagradecido papel como un agente de Interpol a cargo de pedirle por favor a Penn que coopere. Penn, improbable héroe de acción, está bastante bien en el papel y brinda dimensión a su personaje. A Trinca le toca hacer de damisela en apuros y entorpecer la acción con gritos, sollozos y una escena muy, muy estúpida en la que frena un intento de escape por puro capricho.
La película se reserva el derecho a la verosimilitud durante la primera mitad, y el derecho a la acción para la segunda mitad, que si bien es bastante implausible al menos no es del todo descerebrada. Al depender más en las armas de fuego que en el combate cuerpo a cuerpo, el montaje es prolijo y no hay necesidad de engañar a nadie revoleando la cámara cada vez que alguien lanza una piña. Y nuestro héroe tiende a favorecer las soluciones creativas antes que el enfrentamiento directo, usualmente venciendo con algún tipo engaño de por medio.
Lo que sí no salva nadie es el duelo final, el cual termina con una de las muertes más exageradas desde que Ricardo Montalban fue arrollado por un colectivo, una aplanadora y una banda musical en pleno desfile al final de La pistola desnuda (The Naked Gun: From the Files of Police Squad!, 1988).