Kiss kiss bang bang
Con Gunman, el objetivo pueden confirmarse dos dudas: si una película cuenta entre sus protagonistas y productores –también guionista- con Sean Penn, eso no significa necesariamente que estemos en presencia de un film comprometido con la realidad mundial o con la política exterior por un lado, y por otro que Javier Bardem y su histrionismo están cerca de convertirse en una marca registrada que hace peligrar considerablemente los dotes actorales de este español querido por Hollywood.
Hechas estas salvedades, debemos comenzar por aclarar que el fantasma de Luc Besson, mejor dicho su legado, encuentra uno de sus alumnos más disciplinados, el ex DF (director de fotografía) Pierre Morel, para tratar de contentar con su labor detrás de cámara tanto a Penn como al director de El perfecto asesino (1994), con este producto de acción y drama, donde prevalece mucho más el drama que la acción por cierto. No es adecuado asociar las intenciones de Morel y equipo con, por ejemplo, Búsqueda Implacable (2008) –recordemos que ésta fue dirigida por el mismo Morel- o la trilogía de Jason Bourne, aunque sí existan algunas escenas de ritmo frenético que apunten hacia ese horizonte, pero que en el resultado final no hacen más que número frente a muchas otras de menor intensidad.
La República del Congo es el escenario tercermundista elegido para el comienzo del film en el contexto de las revueltas sociales del continente africano, donde entran en pugna los intereses de las empresas multinacionales en el negocio de la extracción de minerales a expensas de muertes, pobreza y toneladas de sangre de las poblaciones civiles. Allí, la labor de organismos de ayuda humanitaria trata de hacer frente a tan nefasto panorama, pero es la pantalla ideal para un grupo de mercenarios contratados por uno de los competidores en el negocio de la minería, grupo que tiene entre sus filas a Penn, experto tirador, junto a otros mercenarios como el civil Félix, interpretado por Javier Bardem. Si a esa situación le sumamos un triangulo amoroso con el interés romántico de una joven luchadora humanitaria, a cargo de la actriz Jasmine Trinca, el operativo kiss kiss bang bang está en marcha.
Así las cosas, Gunman... no supera las convenciones de un thriller al que le queda bastante grande la palabra político –lo político es una excusa y no un disparador de subtramas interesantes- para adentrarse de lleno en la rivalidad entre el protagonista y su antagonista por el amor de una damisela en peligro. A eso debe agregarse la idea de reconvertir a Sean Penn en un héroe maduro de acción, como ya se hiciera con Kevin Costner o Liam Neeson, aspecto que en este caso no alcanza a pesar de la exhibición casi obscena de tubos y músculos que justifican algunas secuencias de lucha cuerpo a cuerpo, donde cabe aclarar que Penn no es Jason Statham, pero no pasa vergüenza.
El elenco no sobresale pero suma un puñado de secundarios interesantes como Ray Winstone, ese amigo fiel que nunca falta cuando el héroe está en apuros, claro que lo de héroe teniendo presente que la moral de un mercenario arrepentido es más que gracioso, por no decir cuestionable. Pero ese no es el punto de Gunman, sino la garantía de entretenimiento por tratarse de una película liviana de acción protagonizada por un ícono del cine políticamente incorrecto, quien ahora parece ir por los dólares o los euros (se trata de una coproducción entre Francia, Reino Unido y España), esperemos que para mejores causas.