Una crisis de sinceridad inoportuna
Nanni Moretti sigue jugando al rebelde irreverente y ahora desafía nada menos que al Vaticano, con su última comedia “Habemus Papam”.
Totalmente producto de su fantasía, el guión refiere a la muerte de un Papa y el proceso interno de la Iglesia para elegir a otro, el riguroso cónclave entre los cardenales que tienen que reunirse en el mayor de los hermetismos para elegir, entre ellos mismos, a uno que será el sucesor en el trono de Pedro.
El punto de vista de Moretti pretende ser una mirada crítica, suavizada con un humor entre irónico y sarcástico, que no intenta hilar muy fino en las cuestiones ni religiosas ni institucionales. Se trata de un juego farsesco de grandes pinceladas para ilustrar jocosamente un pensamiento: entre las paredes del Vaticano se guarda celosamente un poder imaginario que se sustenta más en el secreto que en un poder real.
Moretti se toma su tiempo para enfocar uno por uno a los cardenales (provenientes de distintos lugares del mundo) que tendrán que elegir al sucesor, y cómo en su fuero íntimo todos preferirían que el peso de la responsabilidad cayera sobre otro, porque es más cómoda la vida cortesana dentro de palacio, que el propio reinado.
Luego de varias votaciones fallidas, con fumata negra y una multitud ansiosa esperando novedades en la plaza, finalmente, la gran mayoría se decide por Melville (Michel Piccoli), un monje discreto, silencioso y de bajo perfil.
Pero los problemas empezarán justamente cuando parecía que todo se solucionaba. Es que Melville, un hombre anciano, sufre una profunda crisis en el preciso instante en que tiene que asumir su designación y presentarse ante los fieles.
Gran consternación cunde en el Vaticano que cae prácticamente en el ridículo al afirmar, fumata blanca mediante, “habemus Papam”, pero tiene que suspender el anuncio del nombre del elegido y su presentación en público por tiempo indefinido.
Para ayudar a Melville a salir de su abismo psicológico, llaman a un psiquiatra (Nanni Moretti), quien intentará tratar al prelado de urgencia, dadas las circunstancias.
Vacío de poder
Las cosas tenderán a complicarse, porque lo que le sucede al flamante Papa no es de fácil abordaje. Mientras, el Vaticano deberá mantener el hermetismo durante varios días, generando en los fieles lo que más detesta: incertidumbre. El vacío de poder provocado por esta circunstancia imprevista y desconcertante, amenaza no solamente la imagen de la Iglesia sino que socava los fundamentos mismos de su poder.
Lo que ocurre puertas adentro, mientras Melville pasea su crisis de incógnito por las calles, es una sucesión de situaciones hilarantes, ociosas e insignificantes. Moretti muestra a los cardenales y otros funcionarios del Vaticano nada más que matando el tiempo con entretenimientos superficiales.
Finalmente, luego de idas y vueltas, cuando la tensión alcanza niveles insostenibles, llegará el desenlace, donde se concentrará el golpe de gracia de la propuesta del director italiano, quien quiere resaltar el aspecto humano, demasiado humano, de la jerarquía católica.
“Habemus Papam” es una humorada crítica que deja picando algunas cuestiones sin pretender ahondar demasiado en debates profundos, que tienen como premio una digna y respetable actuación de Piccoli, a quien el personaje le sienta como hecho a medida.