De reciente paso por la última edición del BAFICI, Habi, la extranjera fue una de las sorpresas de dicho festival. Encontrarse con una ópera prima tan delicada, cuidada, armoniosa y a la vez profesional no es algo que ocurra todas las semanas, y que un título así ahora renueve nuestra anquilosada cartelera menos.
¿Cuántas veces jugamos de chicos a ser otra persona?, ya sea un artista, alguien al que admirábamos, o simplemente uno cualquiera cambiando nuestro nombre, ¿qué pasaría si llevásemos ese “juego” a la realidad adulta?
Una chica de 20 años (de la cual desconocemos su nombre hasta casi el final del relato) llega a Buenos Aires desde el interior simplemente a hacer una entrega de artesanías que realiza su madre. Desde el primer momento, se nota que ella busca algo más, tiene otras intenciones, y el clic llegará cuando ocasionalmente haga una de sus entregas en un centro musulmán en donde se realiza el velorio de una mujer. Sin buscarlo, pero tampoco sin disculparse, ella pasará como una más, la saludarán y, como es la costumbre, le darán pertenencias de la difunta.
Como un plan ¿inocente? ella pasará a llamarse Habiba, apodada Habi, y frecuentará lugares relacionados con esa cultura, desde una mezquita, tiendas, y un centro de aprendizaje de idioma y costumbres para mujeres. Su otra personalidad, aquella del interior, desaparecerá salvo por los llamados escapistas que hace a su madre, y Habi tomará por completo el cuerpo, consiguiendo un trabajo afín, inventándose un pasado, y viviendo en una pensión para extranjeros, hasta tendrá la oportunidad del amor; y lo de tomar el cuerpo es literal, su actitud cambiará, hasta su físico, como si volviese a nacer.
María Florencia Álvarez nos cuenta en su debut una historia de descubrimiento, de reinicio cuando no queremos seguir siendo lo que somos, y más de un espectador puede sentirse identificado con su protagonista.
A simple vista uno podría esperarse un film sobre la cultura musulmana, pero Habi, la extranjera es otra cosa, o es mucho más, pareciera que no cambiaría demasiado si el entorno fuese otro, o si fuese al revés; Álvarez profundiza, habla de ser quien uno quiere ser, de que siempre se puede cambiar; eso sí, habrá que pagar las consecuencias.
Con un ritmo acertado que atrapa y a su vez entretiene con dosis de humor, debe sumársele un trabajo cuidadísimo en la fotografía, edición, y en la estructura del guión. La productora Lita Stantic ha basado gran parte de su enorme trayectoria en descubrir nuevos talentos, y con este film parece haber vuelto a dar en el blanco.
El elenco también luce muy sólido, Martina Juncadella como Habi es un rostro a seguir, cada sentimiento y decisión es transmitida de manera espontánea, con mínimos gestos; y a su vez es acompañada por un conjunto de interesantes secundarios como Martín Slipak, Lucía Alfonsín, Maria Luísa Mendonça que rodean ese mundo “ficticio”.
Habi miente en su personalidad, se inventa una historia para sí, y sin embargo, pareciera encontrarse a sí misma, hacer un viaje de autodescubrimiento, tanto como para no reconocer a quien fue; el asunto es cuánto puede durar ese equilibrio. María Florencia Álvarez abre más preguntas de las que contesta, y lo hace como si fuese una pequeña y simpática anécdota, sin lugar a dudas es una artista a la que debemos prestar atención.