Rebelión silenciosa
La adolescencia es la etapa en la que se prueban identidades y nuevos caminos antes de ingresar en la senda más angosta y previsible, que es la de la madurez. Es lo que le sucede a Analía, una chica pueblerina interpretada por la dúctil Martina Juncadella que, enviada por su madre a Buenos Aires a entregar unas artesanías, entra por casualidad en contacto con una comunidad musulmana y decide convertirse al Islam en un proceso que tiene más que ver con una crisis de identidad que con un real convencimiento religioso.
Al poco tiempo, Analía usa otro nombre -Habiba Rafat-, cambia de aspecto, hace nuevas amistades, se enamora por primera vez e intenta asimilar el idioma y las costumbres de la comunidad. La directora María Florencia Alvarez, en su primer largometraje, además de relatar de modo cálido y sencillo los cambios que experimenta la joven, trata de derribar los prejuicios sobre el mundo árabe, mostrando sus eventos y lazos solidarios. Teniendo en cuenta la imagen de opresión femenina que existe sobre esta colectividad, no es casual el contraste entre la plácida felicidad que transmite la chica que le sirve de guía a la protagonista y la alegre brasileña compañera de pensión, condenada a la autodestrucción al estar en pareja con un golpeador.
Con un ritmo pausado, seguro y con un gran manejo de los silencios, la realizadora transmite la crisis de identidad que sufre Analía/Habi al ser partícipe de los ritos de una comunidad que le permite cumplir la fantasía de ser otra persona, empezar de cero en un lugar distinto y a la vez escapar de la madurez mencionada antes, que en este caso es el destino gris de trabajar en el negocio de su madre.
Un gran acierto de Alvarez fue haberle confiado el rol protagónico a Juncadella, a quien vimos brillar en Abrir puertas y ventanas y que en este film logra empatía con el espectador, no cae nunca en la sobreactuación y, con mínimos gestos, transmite la mezcla de extrañeza y encandilamiento que siente su personaje por esa comunidad y sus integrantes que le proporcionaron una nueva vida.
Habi, la extranjera es una película sutil, más de atmósferas que de trama y que elude la gravedad. Ojalá que esta grata sorpresa en la cartelera local encuentre su público, que deberá ser un espectador dispuesto a dejarse llevar por un relato calmo, lleno de detalles sugestivos y que deja más preguntas que respuestas.