Luego de su paso por el festival de Berlín, y habiendo competido en el BAFICI en la sección de competencia Argentina, se estrena este largometraje, ópera prima de la directora María Florencia Álvarez, que tiene en su haber varios cortometrajes premiados.
¿De qué va la historia? El tema que puede leerse versa, de manera relativa, en la indagación sobre la propia identidad, para ello traza un superpuesto acercamiento a las vías de la identificación.
Analía, luego Habi, es una joven provinciana que con 20 años de edad viaja por primera vez a la ciudad de Buenos Aires. El motivo es cumplir con la tarea de entregar unas artesanías realizadas por una amiga de su madre.
Mientras cumple con el mandato llega por error a un velatorio, donde la difunta pertenecía a la comunidad musulmana.
Turbada en un primer momento, luego hipnotizada, participa de los rituales y por ello recibe objetos que pertenecían a la fallecida.
Sin lograr su cometido inicial Analía posterga su regreso. La cuidad le es extraña y fascinante. No hay en ella una mirada turística sino de extranjera, situación que le promueve una emoción de independencia entumecida.
A partir de su ignorancia, y regida por la vía de la averiguación y el deseo, Analía comienza un viaje iniciático interno y en su camino hace anclaje en la Mezquita.
La casualidad hace que deba elegir un nombre, y elije para sí “Habiba Rafat”, y bajo esta identidad experimentará vivencias nuevas, se adaptará al medio, vive sola por primera vez.
Consigue trabajo en un supermercado árabe. En este periplo conoce a Yasmín, ella la acompañará y la introducirá hasta llegar a ser parte de la comunidad islámica, al mismo tiempo que por primera vez se siente atraída por un joven musulmán, lo que la enfrenta a construir una relación basada no tanto en la mentira como en una identidad inventada.
El problema es que todo esto no es más que una interpretación, valida o no, de lo que se ve, pues nada del accionar de la joven aparece como justificada por algo, sólo repentización, y esto la torna por momentos bastante inverosímil.
Por un lado la muy buena fotografía, y el buen diseño de sonido favorecen al texto, el primero promoviendo sensaciones, el otro creando climas.
Por ultimo para destacar sobremanera, como para hacer justicia, es necesario decir que Martina Juncadella le da al personaje toda la candidez precisa como para que éste se torne creíble, transpira naturalismo, inocencia y orfandad, elementos claves para construir un cuento de hadas, pero que la realizadora en este caso supo eludir, no se presentan de manera aleatoria golpes bajos que sensibilicen a la platea, no le hace falta. Lo que si brilla por su ausencia es una estructura más sólida que sostenga el desarrollo del personaje, que los cambios, al no estar justificados, den la sensación de estar producidos por generación espontánea, e igualmente sucede con las subtramas, que se vuelven pueriles y atentan contra el producto final.
Convengamos que por ser la primera producción en largometraje de María Florenc ia Álvarez, presenta elementos que justifiquen tenerla en consideración a la espera de su segunda incursión cinematográfica.