El gran escape.
¿De qué se huye cuando se huye? ¿De la rutina? ¿Del peligro? ¿Del destino? Sea como sea, siempre que una persona encuentra una excusa para escapar, y logra juntar el valor para hacerlo, debe andarse con cuidado, porque en cualquier momento ese pasado puede extender una sombra sobre su cabeza.
De esto se trata Habi, La Extranjera, pero también se trata de otras cosas, porque el escape, prácticamente casual, es solo una excusa para abrir un abanico de nuevas posibilidades para nuestra protagonista, Analía (Martina Juncadella), que decide huír del futuro prefijado por su madre para convertirse en Habi, una huérfana libanesa con muchas ganas de conocer la cultura de sus antepasados mientras trabaja en un negocio árabe en Buenos Aires.
¿Cómo tomó esa desición? Entrando por accidente a un funeral musulman. Lo que vió, lo que sintió es algo que nunca pensó ver ni sentir, un "llamado", por decirlo de alguna forma. Y aunque el Islam condena a los mentirosos, ella decide mentir, hacer borrón y cuenta nueva y meterse de lleno en su nueva vida.
Habi es adoptada casi inmediatamente por la comunidad musulmana, aunque las cosas no serán tan sencillas para adaptarse a esa cultura tan diferente a la que traía en su mochila.
La opera prima de María Florencia Álvarez puede no aportar nada nuevo en cuanto a lo argumental. Pero la forma, delicada y simple, con la que ejecuta sus movimientos son una verdadera sorpresa. También Juncadella, en su papel de la inocente y casi traviesa Analía deja una buena impresión y, sobre todo, logra empatizar con el espectador. Habi, La Extranjera es una grata sorpresa que logra mezclar y repartir desde cero una historia que escuchamos decenas de veces.