Una opera prima para ver
Entre los muchos estrenos de esta semana, Habi, la extranjera se destaca por su impronta festivalera (se vio en el Bafici, meses atrás) y por su singularidad de su temática: en su paso por Buenos Aires, una adolescente de provincia entra en contacto con la cultura musulmana y decide construir una nueva identidad alejada de los mandatos castradores y las estrecheces del destino familiar.
El título de película no es una trampa semántica. Si bien la protagonista es argentina, su extranjerismo se configura en otras dimensiones. Ajena a la tradición laboral que le propone su mamá y desconcertada en los vericuetos de la gran ciudad, se inmiscuye como una extranjera en el mundo de las mujeres libanesas. La opción sugiere una paradoja: en el velo, accesorio que frecuentemente metaforiza las constricciones femeninas, la joven encuentra un modo de ejercer su libertad.
Y así como se dejan de lado las problemáticas típicas de las mujeres de Oriente, la película se corre de las situaciones conflictivas para centrarse en el relato sosegado de la búsqueda identitaria. Esa armonía se convierte en tinte formal de una cinta parsimoniosa, de belleza parca, que opta por mantener el foco siempre cerca del rostro de la actriz Martina Juncadella. Un rostro prácticamente desconocido en el cine nacional que acaba por reforzar las ideas de extranjerismo y de vivencia marginal que la historia se propone mostrar.
Decidida a quedarse a vivir en Buenos Aires, esta chica del interior comienza a visitar una mezquita, consigue trabajo en un supermercado libanés y se instala en una pensión donde otros tantos buscan redefinirse mediante cruces interculturales. En dos o tres planos la película se las ingenia para hacer zoom en personajes menores pero igualmente encantadores, como la hijita de la pensionista que recibe a los huéspedes diciendo "Hello! How are you?" y anoticiando a los humildes huéspedes de los precios de los servicios en dólares. El extranjerismo se extiende así a varias figuras del reparto, situadas físicamente en la Argentina pero con la memoria o la fantasía puesta más allá de la frontera nacional.
La metamorfosis de la protagonista comienza por la búsqueda del nombre. Casi por azar decide llamarse Habiba Rafat, sin saber que esa denominación tiene una complicada biografía detrás. De allí parte el enigma secundario de la película, que esboza una situación que se presume amorosa pero que, con astucia narrativa, acaba desembocando en otra cosa. Enigma secundario al fin y al cabo, porque en Habi la extranjera (que será Habi hasta las últimas escenas en las que da a conocer su nombre original), lo verdaderamente central es la maduración del ser y la búsqueda alucinada de una identidad particular.