Cine con mayúsculas.
Me encanta esta película. Me gusta mucho compartir el tren eléctrico con el que Tarantino se ha puesto a jugar a lo bestia. Hay de todo en este cuento que convierte la leyenda (y la historia) en un relato de cotidianidad. Tarantino se ha permitido hacer muchas películas en una sin perder nunca el hilo que conjuga todo el puzzle. Hay western de televisión en blanco y negro y de spaghetti western, hay comedia de los sesenta, hay terror, hay cine de guerra y de suspenso, un poco de kung fu y mucha, mucha música.
Todo ambientado en ese Hollywood de neones, luces, estudios más o menos cutres, autopistas, mansiones y ranchos llenos de muy dudosos hippies. Es un gran juguete cinéfilo con momentos emocionantes, (Sharon Tate en el cine viendo una película protagonizada por ella), momentos divertidos (todo el final es espectacular), momentos de reflexión (estupendo Rick o sea Leonardo di Caprio hablando de lo que significa envejecer para un actor), diálogos brillantes y una doble historia paralela: la de Rick, un actor en horas bajas que hace Di Caprio y Cliff, su doble y amigo para todo, que interpreta Brad Pitt, al que Tarantino le reserva dos grandes secuencias: la del rancho y la de la pelea con Bruce Lee. La otra historia es la de sus famosos vecinos: Sharon Tate, Polanski y su grupo de amigos.
Se permite ser más emocional, más personal. No copia. No ofrece un ejercicio de estilo y referencial sin más, sino que tal vez es su película con mayor contenido concentrado en su argumento. Se nota que esta vez le ha dado por ir a por una historia más profunda y ser él mismo (lo que hace que la prefiera antes que a casi toda su filmografía). Combina el humor y el drama de forma genial. Asimismo, sigue teniendo grandiosa puntería para seleccionar canciones en el momento adecuado.
Estamos en 1969, en agosto, todos podemos recordar o conocer si no se había nacido aún, lo que pasó aquella calurosa noche agosto de 1969 en un barrio residencial de Hollywood. Pero Tarantino es mucho Tarantino y se atreve con todo en este retrato de un tiempo, un lugar y unas gentes que ya no volverán. El cine, y Hollywood, perdió la inocencia en aquellos años de finales de los sesenta. La diversión está garantizada, el espectáculo también, los actores, principales, secundarios y cameos, son estupendos, hay muchos hijos e hijas de famosos encarnando a la siniestra familia Manson, hay muchas referencias cinéfilas que se pueden o no reconocer y, sobre todo, hay un canto de amor a una industria que ha hecho soñar y sigue haciendo soñar, invitándonos a subir a ese magnífico tren eléctrico que es casi un AVE de lujo.
Contiene escenas memorables desde ya (DiCaprio con la niña, por favor; Cliff contra Bruce Lee). Pero desde la escena del rancho poblado por hippies -que parece mutar en una película de terror y suspenso a plena luz del día- la película no para de subir y toca techo en una media hora final inolvidable de vitorear y aplaudir.