La novena película de Quentin Tarantino tiene un título a todas luces pertinente. Por un lado, es un relato que habla sobre una etapa única en la historia de Hollywood, la de fines de los '60. Una era en la que proliferaban todo tipo de producciones, desde películas sombrías y cuestionadoras, la mayoría de ellas dirigidas por realizadores llegados desde Europa, hasta los más bizarros experimentos clase B destinados a alimentar las carteleras de los autocines. Una época en la que podían convivir el cine ultra violento de Sam Peckinpah, con las vibrantes propuestas de artes marciales estelarizadas por Bruce Lee. La televisión también vivía en aquel entonces un inédito boom de diversidad, mientras como telón de fondo Estados Unidos se encaminaba a una fulminante derrota en Vietnam y la utopía hippie se caía a pedazos.
Por otro costado, el "Había una vez...", responde a la conocida fórmula de todo cuento de hadas, aquí cristalizada en una resolución que obviamente no vamos a anticipar. Corre el año 1969 en la ciudad de Los Ángeles y los protagonistas de esta historia son Rick Dalton (majestuoso Leonardo DiCaprio), en la piel de un actor que transita su declive tras la cancelación de una serie de televisión que lo transformó en estrella algún tiempo atrás, y Cliff Booth (correcto Brad Pitt) interpretando al doble de riesgo, chofer y eterno sostén psicológico de Rick. Trazada esencialmente como una buddy movie que sigue el derrotero de estos dos amigos al borde de la debacle, la nueva película de Quentin Tarantino vuelve a a echar mano a la nostalgia y a la cita cinéfila como materia prima del relato.
Con una duración que alcanza los 161 minutos, Había una vez... en Hollywood se ubica en las antípodas del vertiginoso ritmo narrativo que predomina tanto en cualquier exponente del cine industrial norteamericano, como en toda propuesta disponible en el universo del streaming televisivo. Es necesario destacar que esta no es una historia repleta de sucesos y múltiples giros en la trama, sino más bien un retrato detallado de esa mezcla de tristeza, desesperación e incertidumbre; que envuelve a la dupla protagónica. En este sentido, para quienes se acerquen a este film con ansias de encontrar una suerte de Wikipedia ilustrada sobre el asesinato de Sharon Tate, saldrán invariablemente defraudados. La exploración en el universo de la secta liderada por Charles Manson, ocupa una porción ínfima en este extenso relato, aunque sin lugar a dudas contiene la escena con mayor tensión dramática, la de Cliff ingresando con Pussycat, una de las chicas del clan Manson (magnética Margaret Qualley) en el rancho Spahn, un recinto que fue construido como set para rodar westerns, y que más tarde se transformó en el refugio del líder criminal y sus seguidores.
Si la existencia de Rick y Cliff está dominada por un tono crepuscular, la de sus vecinos de barrio Roman Polanski y Sharon Tate está impregnada de un brillo promisorio. Él era por aquel entonces uno de los directores europeos más aclamados, tras un rutilante debut en Hollywood con la icónica El bebé de Rosemary. Mientras que ella, interpretada en este film por una espléndida Margot Robbie, representaba el glamour de las chichas go-go de los '60, una estrella en ascenso que venía de participar en roles secundarios en cine y televisión. Frente a esta disyuntiva, y con todas las cartas en su manga disponibles para despachar un crudo tour de force sobre la masacre que se vivió en la casa que alquilaban Polanski y Tate, Tarantino practica una jugada similar a la de Bastardos sin gloria para reescribir a su manera la historia oficial con mayor nobleza.
Algunos podrán sostener que Había una vez... en Hollywood se estira más de la cuenta, y hay algo de cierto en esa sentencia. Sin embargo, en un contexto en el que los directores de la gran industria son meros operarios regidos por directorios de ejecutivos a quienes les importa mucho más el dinero que el cine, la supervivencia de un Quentin Tarantino aferrado sin concesiones a su pasión cinéfila y al amor por la cultura pop, resulta una bienvenida anomalía del sistema. También es pertinente destacar que Tarantino, en espejo con su creación de Rick Dalton, se anuncia a sí mismo como una suerte de héroe en retirada. Su nueva película puede ser vista por todos, pero solo ser profundamente disfrutada por su núcleo duro de seguidores. El regodeo en las citas cinéfilas y televisivas, por más caprichosas que puedan resultar para un sector de la platea, constituyen el vehículo esencial para que Rick pueda tener un diálogo con una niña actriz en pleno set de rodaje, y acto seguido largarse a llorar de la manera más desconsolada.
A diferencia de otros cineastas prestigiosos con larga trayectoria, Quentin Tarantino parece no estar interesado en labrar una nueva generación de fans. Si este es el preludio de su despedida, estamos frente al canto de cisne de un artista que hizo del homenaje un estilo tan personal como distintivo. Un cineasta al que muchos le colgaron el mote de arrogante, cuando cada fotograma de sus películas es un gesto de amor por las variopintas producciones que consumió desde pequeño, sin perder ni un ápice de devoción por aquellas imágenes que lo marcaron para siempre.
Once upon a time... in Hollywood / Estados Unidos / 2019 / 161 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: Quentin Tarantino / Con: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Emile Hirsch, Margaret Qualley, Dakota Fanning, Bruce Darn, Lena Dunham.