Un Quentin de hadas
El nombre Quentin Tarantino revoluciona al público cinéfilo cada vez que se hace conocer que el director de Pulp Fiction (1994) y Reservoir Dogs (1992) realizará una nueva película. Que serían solo diez (escritas y dirigidas por él), y que ésta sería la novena de la lista, generaba aún más ansiedad de la habitual. Por si fuera poco, todo se multiplicó con la novedad de resultar ser protagonizada por Leonardo DiCaprio y Brad Pitt, dos de las estrellas más exitosas de los últimos veinte años. Y por fin la espera terminó. Llegó el día citado de su estreno, medio siglo después del asesinato de la actriz Sharon Tate en manos de la "familia" Manson.
En Once Upon a Time... in Hollywood pareciera notarse que, por fin, Quentin hizo la película que siempre quiso realizar. Así como Cuarón con su preciada Roma, Almodóvar con su intimista Dolor y gloria, llegó el turno del cineasta más aclamado por el público cinéfilo -y no tan cinéfilo- de mostrar el mundo en el que creció: rodeado de filmes, en la época "dorada" de Hollywood y en la que prestigiosos directores comenzaban a constituir un nuevo escenario de cine estadounidense a nivel mundial.
No es la primera vez que revisita el pasado -lo había hecho con Inglourious Basterds hace una década-, y en esta ocasión, el año 1969 fue el indicado para contar su historia, seleccionado como momento clave para Hollywood, ya que se produjo una ruptura por el brutal asesinato de Sharon Tate, en un contexto del creciente hippismo en Estados Unidos. Para contar la historia, presenta dos extraordinarios personajes que llevan adelante la cinta: Rick Dalton (DiCaprio) y Cliff Booth (Pitt). El primero es un reconocido actor -mayoritariamente de wésterns de TV- que observa la era de su devenimiento acercarse estrepitosamente, y el segundo, es su doble de riesgo.
Como demostró en Pulp Fiction, la obra se relata de manera no lineal. Con absoluta maestría y sorprendente simpleza, va y viene de un tiempo a otro, entrelazando las historias, no solo de estos personajes, sino también de la vecina de Rick, la glamorosa Sharon Tate (Margot Robbie), quien promete ser la próxima estrella del cine y que, por si fuera poco, está casada con el prestigioso director Roman Polanski.
Al revisionar la historia, claro estaba que Tarantino iba a traer a la pantalla viejas glorias relacionadas al séptimo arte. Y así sucedió. Toda la película es un desfile de famosos de la época, desde Steve McQueen hasta Bruce Lee, encarnados por un tremendo reparto que realiza un excelente trabajo. Sin embargo, la mayor protagonista es, tal y como pretendió Quentin, la ciudad de Los Ángeles. El trabajo de arte, iluminación y fotografía dieron fruto para poder realzar todos los condimentos propios de la ciudad en aquel entonces. El crecimiento de las corrientes hippies, la familia Manson, las fiestas de Playboy y los famosos, los colores, el cine. Sobre todo, el cine.
Once Upon a Time... in Hollywood son películas dentro de una película. El director nos invita a explorar la industria desde adentro, para humanizar a los actores, directores, y hasta a los dobles de acción. Pero no solo eso. Las dos horas y cuarenta minutos de duración son un compendio de géneros chocando entre sí: comedia, drama, thriller, wéstern, road movie... Un cóctel embriagante para deleitarse de principio a fin. Y plagado de caprichos Tarantinianos, si se me permite la expresión.
El soundtrack elegido vuelve a ser ideal, aunque sin tener tanta presencia como en otras cintas del director. Salvo en alguna que otra escena, la música no se adueña del film y nos embebe como así lo hace en sus primeras obras. De todos modos, cumple con creces su necesidad en cada momento.
En cuanto a diálogos y guión, Tarantino vuelve a tener total control de los personajes y de la trama como nos tiene acostumbrados. Excepto que esta vez se enfoca más en mostrar un determinado contexto, en humanizar al actor y en retratar una era que marcó su vida, mucho más que en contarnos algo que nos vuele la cabeza con tanto giro o sorpresa. Pareciera que no le importara tanto el argumento, sino el recorrido de Rick y Cliff en la brillante, reluciente, pero atemorizante y terrorífica Los Ángeles. Quizá éste sea un motivo de crítica de muchos fanáticos, al esperar otro tipo de película más habitual en él. El cineasta aquí toma otro camino, tal vez más personal y maduro, retrospectivo.
Tampoco hay que dejar de mencionar las desopilantes actuaciones del dúo dinámico del momento. DiCaprio demuestra que no hay papel que le quede chico y Pitt compra cada escena con absoluta naturalidad. Robbie, en un personaje con menos minutos en pantalla, brilla con cada aparición, con pequeños gestos, y con la presencia angelical que quiso el director plasmar en ella, como un homenaje a la añorada Sharon Tate.
Por último, aunque toda la filmografía de Quentin esté retocada por su comedia, delineado con su humor negro, ésta es la que más nos transporta a este género. Mucha risa y entretenimiento de la mano de los personajes principales, y más de una escena que con el tiempo quedará en el recuerdo.
Ah, y todavía no hablamos nada de la violencia. Bueno... Disfruten el final.
En síntesis, Tarantino escribió y dirigió su película más personal, su carta a su preciada Hollywood y una pequeña maravilla dedicada al mundo cinéfilo. No todos los días se estrena la película de un director que por más que, como él dijo, obtenga ideas de todo lo que vio en su vida, siempre crea un producto nuevo, gratificante y repleto de pasión. Y esto es oro en polvo si tomamos en consideración la época de reboots, secuelas y remakes que estamos viviendo... Regocíjense.
Puntuación: 9/10
Manuel Otero