Quentin Tarantino expresa una declaración de amor al cine en su época de oro y se da el lujo de poder hacerlo con un elenco de primer nivel. Más humor e ironía que nunca y un tercer acto antológico, componen la quizás menos vistosa, pero más personal cinta del director.
Conocido por no haber estudiado cine, por transformar simples canciones en hitazos, por sus diálogos a priori banales, sus jugosos guiones y su impecable cinematografía, Quentin Tarantino es considerado uno de los máximos referentes del séptimo arte en la modernidad. Desde su debut en Perros de la Calle (1992) hasta Los 8 Más Odiados (2015), el director ha sabido conformar un fandom especial que celebra y pone sus gritos en el cielo siempre que una nueva idea o historia se cruza por la cabeza del bueno de Quentin. Si bien, él es un irreverente y muchas veces indescifrable individuo, siempre ha deslizado que su carrera no se iba a perpetuar en el tiempo y sus películas tenían una cantidad límite antes de que dejase la profesión. A pesar de haber tenido cambios en esta afirmación, el número que se cree será el definitivo es el de 10 y por lo tanto, de confirmarse esto, estamos hablando de lo que podría ser su anteúltima película. En ésta oportunidad, Tarantino no creará personajes o escenarios totalmente ficticios como bien supo hacer a lo largo de su carrera, sino que por primera vez se aferrará a personajes que existieron y a una época que al propio director lo marcó a fuego, dicha época será la de los comienzos de los años ’70 en Hollywood y tendrá como foco más resonante todo lo que sucedió entorno al asesino en serie Charles Manson y al asesinato de Sharon Tate. Todo esto y muchas cosas más es lo que se viene en Había una vez… en Hollywood (Once Upon A Time… In Hollywood, 2019).
Había una vez… en Hollywood, tiene cómo protagonistas al actor devenido a menos Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y a su doble de riesgo, e íntimo amigo, Cliff Booth (Brad Pitt), dos personajes que supieron ver su esplendor una década atrás y ahora viven de la fama del pasado y de hacer pequeños papeles en tiras menores. Mientras ellos intentan volver a la cima de un ambiente que supo verlos brillar y que ahora está cambiando, todo el entorno en Hollywood empieza a caldearse por el contexto socio político de Estados Unidos y surge uno de los personajes más nefastos de la historia norteamericana: Charles Manson (Damon Herriman) y su clan de homicidas que saltó a la fama luego de haber atacado a la famosa actriz Sharon Tate (Margot Robbie).
A pesar de que la trama pueda parecer que carece de un conflicto, lo que Tarantino plantea no es sino otra cosa que una oda al cine clásico que a él supo fascinar, enamorar e inspirar. La película debe considerarse cómo eso, cómo un homenaje constante a la época de oro de Hollywood (también hay referencias a su propia filmografía) y quién mejor para contar esta historia que alguien que supo verlo, palparlo y sobre todo sentirlo. Quizás esta sea la película más intima y sensorial del director que lejos está de repetir la dinámica que llevó a cabo en las películas que conforman su envidiable filmografía. En esta oportunidad no habrá diálogos banales que funcionen como metáforas existenciales o saltos temporales en donde haya que anotar que suceso ocurrió antes y cuál después. Acá todo está planteado para que la experiencia sea lo suficientemente concreta para mirar la pantalla y poder sumergir al espectador en la época de manera total. Algo que si se da, y mucho más que en otras oportunidades, es el uso del humor irónico y la re-utilización de temas musicales para poder darle significación a cada uno de sus usos. Al mismo tiempo la cinematografía vuelve a ser un lujo de tal manera que cada uno de los planos tiene la luz, el brillo y el enfoque necesarios para lograr mostrar y contar cosas de una forma narrativa sin la necesidad exclusiva de expresarlo en palabras.
De igual manera que esto sucede, también hay que mencionar que para quienes no sepan puntos claves en la historia, la película podrá parecer insulsa y sin gracia. El guion no posee la inventiva de otras de sus películas ya que toca temas reales y si bien el vuelo narrativo logra que la película sea entretenida todo el tiempo, el metraje termina quedando un poco largo para la historia que se quiere contar hasta el desarrollo del tercer acto, donde se ve desplegado todo lo que representa el concepto de una “película de Tarantino”. La repetición de algunos segmentos intrascendentes también puede llegar a provocar cansancio en el espectador y creer que la película se estanca, por fortuna cada una de esas escenas está filmada de una manera excelente y eso contrarresta un poco ese aspecto que Tarantino no suele tener en sus películas.
Las actuaciones de los protagonistas son sencillamente brillantes. Tanto Leonardo DiCaprio como Brad Pitt brindan unas performances con las que pueden estar conformes y seguros de que en la temporada de premios los van a tener en cuenta. Ya no caben dudas de que ambos actores encuentran en los papeles que Tarantino desarrolla para ellos una comodidad absoluta y ellos despliegan toda su categoría en cada escena que les toca tener, tanto en conjunto como separados. La otra gran estrella que tiene un papel rutilante es Margot Robbie que brilla por completo desde el primer plano en el que sale, pero al mismo tiempo su personaje y la importancia que tiene para con la película es mucho más abstracta, de manera que pareciera que su participación es nula. El símbolo de Sharon Tate es el faro en el cual el director quiere contar una historia y por qué no, reescribir la misma. Al mismo tiempo que su participación es poco más que escasa, cada una de sus apariciones provocan en el espectador consiente una necesidad imperiosa de ver la resolución de su linea argumental. Cómo en casi ninguna otra película de Tarantino, los personajes secundarios y de hasta tercera línea bien podrían catalogarse como las estrellas más preponderantes de cualquier otra producción. Nombres como Al Pacino, Kurt Russell, Zoë Bell, Michael Madsen, entre muchos otros, completan un elenco que será la envidia de cualquier película de aquí hasta que finalice el año.
Tarantino logra reflejar en una cinta de más de dos horas todo el amor que el propio director le tiene al cine y todo lo que la época de oro significo para él. El cineasta se da el lujo de jugar con la historia a su gusto y placer utilizando cuanto recurso narrativo se le ocurra y gracias al elenco de lujo que lo acompañó, su relato sale perfecto.