Gracias a la vida
Interesante el experimento de la joven productora Marina Zeising, que rescató a una veterana y (casi) desconocida actriz para hacerla protagonista, al fin, de su propio largometraje. Interesante y arriesgado, porque en los papeles la idea es frágil. Pero Zeising consigue una cuidada producción, un extraño híbrido de ficción y documental, de cine y teatro, que atrapa durante una hora (el tiempo, quizá, justo y necesario para un retrato).
Herta Scheurle, actriz argentina de origen germano, viaja en los ’60 a Alemania y se incorpora al círculo del realizador Rainer Werner Fassbinder, cuando un accidente automovilístico, cerca de Munich, le impide participar de su primer largometraje con el director de Lola, Querelle y El amor es más frío que la muerte. La mujer, de nombre artístico Sonia Staber, luego trabaja en París y finalmente regresa a la Argentina, para participar en diversas puestas del teatro off. Ahora, en el otoño de su vida, Herta aún conserva el deseo de explorar con la actuación y Zeising, unida a la actriz por una historia familiar, transforma ese deseo en un trabajo de arte, al tiempo que, en un acto de amor, le entrega a Sonia su merecido protagónico. La reconstrucción se vale de grabaciones caseras en 16 mm, artículos de diario y cartas de Fassbinder; por encima de todo, es un premio a lo posible, a la capacidad de hacer sueños realidad sin mayores recursos, mediante ingenio y experimentación.