Habitares

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

¿Hacia dónde va el cine documental argentino?

Hay un par de problemas que empiezan a notarse en varios films argentinos -en especial los pertenecientes al género documental-, que en verdad son síntomas del verdadero problema de fondo. En Habitares se los puede notar y no viene mal comenzar a pensarlos, sin dejar de tener en cuenta ciertas circunstancias de producción y las motivaciones de los cineastas.

La película de Marina Zeising se centra en la figura de Herta Scheurle -también conocida como Sonia Staber-, una actriz que supo trabajar en Francia, Alemania y Argentina entre los sesenta y los ochenta, integrando incluso el círculo de actores de Rainer Werner Fassbinder, quien llegó a ofrecerle un papel en uno de sus films, aunque un accidente le impidió quedarse con el rol y le marcó la carrera. El documental va reconstruyendo su historia a través de entrevistas a Scheurle y material de archivo, planteando a la vez la posibilidad de que vuelva a la actuación, lo que a su vez se empalma con el deseo de Zeising por concretar su obra. Y, es cierto, se pueden reconocer las ambiciones temáticas -que son unas cuantas- por parte del film: son claras las referencias a la mirada de la mujer dentro del arte y las posturas que adopta de acuerdo a la posición creativa que le toca, la cuestión de la memoria como puente reconstructor -o incluso constructor- de la identidad e incluso a la necesidad de pensar a un realizador emblemático como Fassbinder a la luz del presente.

Pero claro, el contenido no se termina de dar la mano con lo formal como para que se exprese con la potencia necesaria. Es acá donde hay que mencionar los problemas -mutuamente interrelacionados- a los que se hacía referencia en el primer párrafo. El primero se vincula con la duración: los sesenta minutos que dura Habitares parecen estirados y redundantes, como si se hubiera hecho un esfuerzo supremo para llegar a la calificación de largometraje, cuando la premisa sólo pedía unos 45 minutos para ser desarrollada en toda su energía e impacto. El segundo está atravesado por la puesta en escena, que sólo en determinados momentos sale de lo televisivo para entrar en lo estrictamente cinematográfico, aprovechando las variables espacio-temporales, la inmersión de los cuerpos y los encuadres que distinguen al séptimo arte.

Lo que nos lleva al inconveniente, a la dificultad de fondo: se producen muchas películas nacionales, en especial documentales, y no todas parecen estar a la altura del formato correspondiente a la pantalla grande. Por favor, que esto no sea tomado al estilo “este crítico sólo quiere de esas películas que llevan millones de espectadores, sin importar su calidad”. Nada de eso, y la verdad que este crítico ya ha escrito demasiados textos que prueban que sus deseos van en sentido contrario. Pero empieza a hacerse fuerte la sensación de que en muchos casos se produce por el sólo hecho de producir, por acumular más y más lanzamientos, sin tener en cuenta su sentido, pertinencia, formato o el público al que puede estar dirigido. Habitares, por ejemplo, es un film correcto que puede pasar por un ejercicio bien ejecutado, pero que no termina de definirse como cine y que hasta podría haber encajado de manera más óptima en el terreno de la televisión, en canales como INCAA TV y Encuentro, que pueden servir como las plataformas indicadas para estas obras.