Lluvia ácida
Agathe Villanova es una de esas feministas a las que les debemos el pagar la mitad de la cuenta del restaurante, la opción de no tener novio porque amamos la libertad, la actitud activa en el sexo – que implica estar despiertas – y el cupo femenino en ciertas instituciones (logro también del discapacitismo). Michel es un cineasta torpe y poco cultivado con alguna que otra gloria pasada que ya nadie recuerda. Karim es un recepcionista de hotel que en sus ratos libres juega a ser un inexperto documentalista con sueños de justicia social.
Estos personajes tienen en común ser víctimas de la discriminación y la humillación. Agathe es una mártir del sexismo como Karim del racismo. A su vez, Florence –hermana de la feminista – es víctima de una madre que la ignoró toda su vida y Michel sufre los designios de una sociedad que no le reconoce derechos a los hombres a la hora de tener la custodia de los hijos. Resultan ser víctimas de la sociedad o de otras personas mientras intercambian roles con los victimarios y son víctimas de sí mismos.
No suele ser confortable un mundo dividido entre débiles y fuertes y por esto no sorprende que Hablame de la lluvia presente personajes desubicados en situaciones embarazosas y en apariencia inconexas que buscan y logran incomodar al espectador.
A ese mismo espectador le toca enfrentarse a personajes que se presentan de manera independiente, sin que se evidencien los vínculos que existen entre ellos ni hacia donde se dirige la historia. Esto ralentiza el comienzo y la película se demora demasiado tratando de armar el rompecabezas. Las piezas recién encajan cuando Karim y Michel deciden entrevistar a la feminista – quien llega de vacaciones a su casa materna – para realizar un documental sobre mujeres de éxito. Para ese entonces, Hablame… mantiene un virtuoso equilibrio entre un drama que se adentra en las relaciones de poder y los sentimientos de inferioridad, y la comedia ácida de enredos que hace base en lo absurdo de las situaciones que plantea.