Estamos en Roma, la cámara se mueve por los techos de varios edificios mientras una voz en off nos cuenta su peculiar forma de ver las cosas. Finalmente la cámara se mete en uno de los departamentos y descubrimos que la voz pertenece a un pescadito que es la mascota de una pareja que será la protagonista (uno de ellos es Sergio Rubini, director de esta película). Este es el único momento gracioso de esta película, aunque el chiste lo hayan hecho mejor el grupo cómico ingles Monty Python en The meaning of life (Terry Jones, 1983)
Hablemos de amor es una comedia dramática que transcurre una noche en un departamento. ¿Esto les suena a algo? Si, la respuesta es La soga de Alfred Hitchcock la cual la filmo, a modo de experimento, en un solo ambiente. El resultado (como todo lo que hizo el maestro del suspenso) es mucho más interesante que la decimocuarta obra del director italiano.
Esta es película chata, en donde su puesta en escena es digna de televisión y solo le queda contar toda su historia y los conflictos de los personajes a través de los diálogos. Pero tal vez la idea sea eso, la de recurrir al dialogo tal como anuncia el mismo título. Lo que Rubini plantea es la crisis de una pareja que podrían ser la de cualquiera justamente por la falta de comunicación, los sentimientos reprimidos, los secretos que salen a la luz y los temas que deben hablarse que no pueden callarse.
Lamentablemente el humor que trata de imponer no funciona ya que parece una mala copia de una copia del cine de Woody Allen pero sin la presencia del comediante ni sus brillantes diálogos y eso que los actores cumplen con sus trabajos, son convincentes y le dan naturalidad a esta comedia minimista que lo mejor que tiene son los planos de Roma, aunque más que ver las fachadas de los edificios uno preferiría ver sus calles y sus gente que seguro tienen historias más interesantes que esta.