Qué saludable es ver un cambio de mirada en los personajes del cine argentino, pero que pena que este cambio no pueda enmarcarse en una película cuyo desarrollo cinematográfico esté a la altura de sus novedades ideológicas.
Hacer la vida tiene una galería de personajes interesantes, novedosos, complejos, al menos en la teoría. La historia de este transcurre en un edificio antiguo donde se cruzan las diferentes vidas de sus inquilinos. Lucy, la hija de la dueña que desea liberarse de su madre y oculta la paternidad de su hijo; La Rusa que quiere encontrar un lugar en este país tan lejos de donde ella viene o Gaby que desea ser una bailarina clásica reconocida.
La directora y guionista Alejandra Marino supo elegir un universo de personajes rico y diverso, pero la narración cinematográfica es por momentos muy teatral y la calidad es incluso menor que la de una ficción televisiva de hace cuarenta años. Los actores poco pueden hacer para salvar esta limitación y la falta de fluidez en el relato atenta contra todo el resultado final.