En principio, el debutante Julián D'Angiolillo se propuso exponer un fenómeno suburbano. Sin embargo, aquel punto de partida devino registro de una intervención comercial transgresora, para nada transparente pero no obstante posible, la feria de La Salada. En la localidad de Ingeniero Budge, a pocos kilómetros del Obelisco y donde funcionaron por casi tres décadas balnearios populares visitados incluso por la clase media de los alrededores, se levantaron varias ferias de productos de todo tipo, principalmente de indumentaria y calzado, que tienen como característica principal vender réplicas a pantógrafo de productos famosos a precios de oferta. Quienes allí ejercen la profesión de feriantes se esfuerzan para que sus ofertas se confundan con las originales sin romper la barrera que las hace accesibles a cualquier bolsillo.
Las reglas escritas por los ideólogos del marketing y la economía de mercado promovieron, a través de los tiempos y por simple codicia (sin ser en principio demasiado conscientes de que esto ocurriría) esta versión de lo ilegal que suele generar intensas discusiones. Muchas de las prendas que se allí se venden son producidas por mano de obra barata de marcas reconocidas y, quizá por eso, resultan casi idénticas a las auténticas, con mermas de calidad a veces difíciles de detectar.
Con algún altibajo, D'Angiolillo expone una intervención no sólo del espacio urbano (la idea de micromundo, de shopping berreta, sin glamour convencional, en una zona que parece liberada estilo Ciudad del Este) sino también de las reglas del mercado, con todo lo que significa como golpe a uno de los pilares de la economía liberal como lo es el tema de la piratería marcaria o audiovisual.
Y lo hace con una mirada para nada convencional, sensacionalista o crítica sino casi antropológica que pueda servir de espejo en el que esa sociedad que nadie ve pero existe se pueda reflejar, y para que el resto haga, por qué no, una meditación acerca de las diferencias sociales.
El director no interviene con voz ni explicación extra: sólo muestra lo que podría ser un día de tantos en el Paseo de Compras Punta Mogotes, para que lo descubran también los que habitualmente consumen sólo productos genuinos e indaguen por qué existen este tipo de ofertas y hasta quizás algunos otros temas igual o más importantes.
De vez en cuando conviene hacerlo, cualquiera sea la conclusión a la que se pueda llegar.