Acercamiento genuino al universo de lo trucho
La Salada es la feria más grande de la Argentina (y una de las más grandes del planeta). Allí se vende de todo (y casi todo trucho) a precios infinitamente más bajos que en el mundo "real". Cientos de vendedores y miles de compradores llegados desde todos los rincones del país desembarcan allí para comerciar de día y de noche.
Feria popular y multiétnica, se trata de un ámbito fascinante para un documental, pero al mismo tiempo casi inabarcable. Julián D'Angiolillo (hijo de un veterano realizador y compaginador como Luis César D'Angiolillo) se acerca a esa "selva" humana con respeto, rigor y enorme capacidad de observación para rescatar lo que realmente importa.
Por momentos, es cierto, le cuesta encontrar un eje narrativo (aborda quizás demasiados aspectos sin profundizar en ninguno) y el metraje resulta un poco exagerado (algunas situaciones se reiteran un poco), pero las imágenes son contundentes, cautivantes, reveladoras. El director consiguió adentrarse en las casas/talleres textiles, de copiado trucho, en las asambleas, en las festividades, en las negociaciones con los políticos locales y en la intimidad/trastienda de ese verdadero monstruo social y comercial lleno de excesos y contradicciones.
La realización (imagen, sonido, edición) es impecable y la ausencia de testimonios a cámara para privilegiar lo narrativo resulta una de las elecciones más acertadas de un documental logrado.
Aclaración: Mi hermano Nicolás es uno de los productores del film. A quien le moleste esta "incompatibilidad", que borre de su memoria este texto.
(Esta crítica fue publicada durante el BAFICI 2010)