Cómo perder una hora y media
Como si al ex luchador Dwayne “The Rock” Johnson le faltara algo para patinar en el mundo del celuloide, ahora le han puesto traje celeste y alitas para hacerlo pasar por el “Hada de los Dientes” (sucedánea norteamericana de nuestro “Ratón Pérez”).
Sucede que el actor es aquí Derek Thompson, un jugador de hockey sobre hielo ya en las últimas, más rompehuesos que habilidoso, que con su sobrenombre (el “Hada de los Dientes”, ganado a fuerza de estrolar jugadores contra las barandas) usurpa el buen nombre de aquellos seres que cambian caninos por billetes en el dorso de las almohadas de los niños desdentados; y que, según la película, sí existen. Pero como además es un descreído –de esos a los que las palabras “sueños” y “esperanza” les dan urticaria– la combustión ofende de tal modo a la directiva de las Hadas (cuya jefa es Julie Andrews) que es conminado a servir como una de ellas por dos semanas.
Con el público infantil como claro destinatario (la película se estrena doblada al castellano), vemos cómo Thompson –que tampoco la tiene muy fácil con su novia ni con el hijo mayor de ésta– cumple paso tras paso su misión hasta comprender el sentido de creer en algo que supuestamente no existe. Pero todo pasa demasiado rápido, con el veterano Michael Lembeck apretujando sucesos, más preocupado en la lustrosa foto final y en plagar el camino de sentencias cursis que en divertir sin preocupaciones como en algún momento –sobre todo por la prestación de Stephen Merchant y el cameo de Billy Cristal– parece amagar. Lo que es decir cine con dientes de leche.