Secuela del film de 2007 dirigido por Rob Zombie, que a su vez se basa en la película original de John Carpenter. Todo funcionaba mejor en la anterior.
Vamos por partes, como los cuerpos que deja desparramados el temible (aunque aquí no tanto) asesino de máscara blanca llamado Michael Myers (Tyler Mane).
Esta continuación es más brutal y violenta que la anterior, pero débil en su atmósfera de terror. Las escenas más logradas se ven durante los primeros veinte minutos y tienen lugar en el hospital (que en la saga original jugaba la atormentada Jamie Lee Curtis).
El personaje de Malcolm McDowell como el Dr. Loomis (antes Donald Pleasence) ya no es lo que era, pasó de ser el profesional que atendía a la Bestia a un autor exitoso que relata los hechos vistos en la primera parte.
Y en esta secuela aparecen Danielle Harris, actriz que ya sufrió el acoso del asesino en la cuarta y quinta parte de la saga original; y un cameo de una irreconocible Margot Kidder, otrora la novia de Superman. Y también cobra más peso la figura del sheriff (Brad Dourif, el que le puso la voz a Chucky).
Con todo esto, Rob Zombie intenta crear tensión, pero no siempre lo consigue. El toque onírico perjudica el clima pesadillesco de la trama: Sheri Moon Zombie como el fantasma de la madre; y el cineasta cambia al actor que hacia de Myers niño en el film anterior (Daeg Faerch) por otro menos expresivo.
El tema identificatorio de Halloween aparece aggiornado en los créditos finales y acá se apuesta a sonidos ensordecedores, temas de Motorhead y Rod Stewart, para generar miedo.
En tanto, al villano (verdadera estrella del film), ícono del cine de terror de los años ochenta, se lo ve demasiado y quizás algo cansado para este regreso. Una pena.