Nueva entrega de la remake de la vieja Halloween de Carpenter, en manos del músico y, creo que más destacable, cineasta Rob Zombie, quien también dirigió esta segunda parte de la historia del niño loco Michael Myers, en busca de más sangre para su mamita (Deborah Myers, interpretada por Sheri Moon Zombie). Como los fanáticos sabrán, no hay mucho de fantástico en los tremendos crímenes del grandote, esta vez interpretado por el wrestler Tyler Mane, sino que, a excepción de la particular constitución de su persona (tradicional máscara incluida), y las apariciones oníricas que en realidad no son más que reflejo de su locura. Llegando a mi casa tarde el otro día, viendo el panel de vidrio que divide mi cocina del jardín, me di cuenta de las implicancias de este tipo de género de "asesino serial". Me estremecí al ver mi silueta, más alta de lo normal, como si ésta se situara por detrás de ese frágil cristal. Volteé inmediatamente: no era sino en Mike Myers en quien estaba pensando. El efecto de un "terror posible", a la vez que presentado como la peor de las pesadillas imanginables, es el que logra Halloween II.
En consecuencia, los crímenes de Myers son investigados por la policía como el de cualquier otro psicópata, aun cuando éste fuera el más grande y peligroso. En esta segunda parte, la investigación policial ha menguado bastante, debido a las declaraciones de Laurie Strode (Scout Taylor-Compton) de haber matado al asesino. Qué mal para esta joven, que deberá revivir su trauma (pobrecita, protagoniza esta segunda entrega), a través de recurrentes pesadillas -que el director se encarga de presentar al espectador con suspenso y morbo- y a través de la industria editorial. Ahora que todo parece haber pasado, el legado de más de quince muertos pasa a ser objeto de la comercialización del capital y el amarillismo. El Dr. Samuel Loomis (Malcom McDowell) escribe un libro sobre el Mike Myers en cuya mente tuvo la posibilidad de hurgar, revelando datos otrora desconocidos al público en general, sin mencionar lo mucho que le atrae a éste enterarse de todo tipo de detalles. La consecuencia: Loomis jugará con las vidas de los protagonistas de los horrores de Myers sólo por dinero y fama, aunque no tanto como lo hará Myers, en la noche de este sangriento Halloween.
Como suelo decir, para los fanáticos, no vale ninguna crítica, de seguro asistirán con entusiasmo a las salas, aun cuando yo pueda advertirles que no estamos frente a un hito cinematográfico en absoluto. Para el resto de los mortales, es necesario informar cuánto ama Rob Zombie la sangre y el sufrimiento ajeno, expresado tanto con destreza como con éxito en la primera parte del film, para menguar en una segunda parte más cercana al thriller, el ketchup y las tetas. Quizá a algunos les interese la influencia psicoanalítica de todo el asunto, pero expuesta de un modo tan grosero que sólo causará pavor a los seguidores de Freud, siendo esta una de las mayores suertes que puede llegar a obtener una película de este género.
Los films de terror son para ver en el cine, y no me cabe la menor duda de que con la "sensación de inseguridad" que los medios argentinos promueven, este verano Rob Zombie tendrá un éxito inusitado. Se tomará como patrón las puertas blindadas y los permisos otorgados a los adolescentes. ¿Algo que decir de la obra? No, no mucho más. Rob Zombie ya paga demasiado caro los baches y agregados innecesarios a esta secuela.